30.12.09

La tergiversicina: Carta abierta a Alejandro

 Clark Gable y Carol Lombard en el papel de bibliotecaria, en “No man of her own” (Mitchell Leisen, 1950)

“En toda Europa existe la impresión de que hay demasiados libros, al revés que en el Renacimiento. ¡El libro ha dejado de ser una ilusión y es sentido como una carga!” (J. Ortega y Gasset, “La misión del bibliotecario”, Conferencia leída por el autor en el paraninfo de la Universidad de Madrid, como discurso inaugural en el 2° Congreso Internacional de  la International Federation of Library Associations, el día 20 de mayo de 1935).
Releía días atrás “La misión del bibliotecario”, un texto que ya había leído cuando era una estudiante de Biblioteconomía-Documentación. Antes solía decir que era fácil distinguir los alumnos de mi Facultad que habían tenido clase con Nora Vela y con Assumpció Estivill de los que no. Últimamente lo que pienso y no suelo decir es que hay bibliotecarios malos y buenos. Así, como en las películas del Oeste. Por malos me refiero a los seguidores de Jorge de Burgos, el bibliotecario de El nombre de la rosa empeñado en ocultar el segundo libro de la Poética de Aristóteles. Por malos entiendo a los bibliotecarios que no hacen su trabajo, el de ser los preservadores e intermediarios entre la gran masa de información y las gentes que podrían estar interesadas en algo de lo que hay en ella. Otra cosa es si son malos porque no saben más o porque tienen algún interés en no hacer su trabajo o porque no tienen interés en hacerlo. Ahí yo no me meto.
La imagen tópica de los bibliotecarios está desintegrada en infinidad de películas y suele ir asociada a una imagen como la que da el fantasma de Ghostbusters (Ivan Reitman, 1984) haciendo el sifón (sshhhh!!)  y la no menos estereotipada bibliotecaria frígida y sesentona  Alice Drummond. Lo que no suele abundar es la idea del bibliotecario o bibliotecaria como Jorge de Burgos, en quien se vio un trasunto de Jorge Luis Borges, dada la pendencia existente o imaginaria entre Umberto Eco y el escritor argentino. Tampoco suele asociarse a los bibliotecarios con uno de esos personajes perversos que salen en los dibujos animados , sabios o científicos locos que se creen el amo del mundo (así, en singular)  y con el derecho de destruirlo. No olvidemos que uno de los inventos más famosos de Saturnino Bacterio fue la tergiversicina, un producto con el cual el Profesor pretendía aumentar la potencia de las cosas, pero el invento falla y explota, esparciéndose un gas que hace que todo funcione al revés.
Será por eso, por una intoxicación masiva de tergiversicina, por lo que ya es difícil distinguir qué es lo que está del derecho de lo que está del revés, pero yo sé y tengo para mí que alguien que ejerza como bibliotecario nunca debería faltarle el  respeto a un autor, ni a un editor, ni a un traductor, ni a un distribuidor, ni a un encuadernador… “¡Ni a nadie!”, se dirá. “Ni a nadie”, digo, pero sobre todo a un autor. ¿Por qué sobre todo a un autor? Pues porque se le supone un papel ecuánime, neutral, objetivo, porque debe arrogarse unas técnicas de trabajo y unos criterios basados en la buena práctica y la ética profesional  especialmente con respecto a la materia que lo ocupa. Que en su vida privada deje a un escritor a caer de un burro es comprensible y hasta sano. Hasta cierto punto, claro. El deporte español de poner verde a alguien esencialmente no está mal y de hecho admitamos que un poco de crítica, de pataleo y burla es hasta higiénico. Lo malo es cuando no se practica más deporte que el de criticar y esto cargando las tintas con la bilis más negra, más negra que el basalto, que en el mundo hubiera. Servidora le tiene verdadera inquina a los autores subvencionados, pero no tanto porque se lo merezcan o no se lo merezcan  (allá ellos) como porque los tenemos que sufragar los contribuyentes. Y sin embargo es algo que sólo lo sabe gente de mi confianza, amigos de toda la vida que soportan estoicamente mis dos minutos de indignación cuando se desliza tal tema. Esa manía fóbica mía ni asoma en *A la flor del berro ni asoma con más motivos en +Tibidata, mi otro blog, el de trabajo.  Por lo general creo que en *ALFB suelo hablar de mis desengaños y de lo que me gusta y en +Tibidata de lo que puedo, que no es mucho pero que intento que sea útil.
Así es que al ver una ¿”crítica”? adversa, o habría que decir perversa, a tu Devocionario pop en la red, se me cayeron los palos del sombrajo. Y no sólo por lo que llevo dicho, ya que la ¿”crítica”? la firma un bibliotecario ( !) , sino porque te aprecio y te admiro y porque me dolió. Otra cosa es que de vez en cuando te reprenda con un rapapolvo, como el otro día cuando dijiste de Zapatero que era UN PENSADOR (#?!).  Luego me doy cuenta de que tal vez el presidente despierta en algunas personas una fascinación que no solo no comparto sino que además no puedo ni concebir ni desde mi cabeza ni desde lo hondo de mi corazón.  Recapitulo y me doy cuenta de que no hace tanto Bernat Soria en su nombramiento como ministro de Sanidad dijo algo así como «al presidente Zapatero yo le daría el Nobel de la Honestidad y la Solidaridad» , por lo cual muchos columnistas lo nominaron para el nobel al peloteo. Y hace menos aún, Leire Pajín, en un desayuno informativo de Europa Press, dijo como en pleno trance nostradámico: “Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE”.  Por lo tanto algo os suscitará Zapatero a algunas personas para que os arrobe a tal punto. A pesar de nuestro desencuentro en casi todos los temas –sean las cualidades de Pío Baroja como escritor, las de Amenábar como cineasta, las de Dios como Dios, está claro que nos entendemos en lo fundamental.
Hoy he recibido el ejemplar del Devocionario pop que he comprado y estoy contentísima de ver tu trabajo materializado y de poderlo disfrutar. En la contraportada leo: ”De los Carmina Burana a Elvis Costello, 46 canciones memorables sirven de punto de partida a Devocionario pop, un peculiar libro de oraciones en el que Dylan predica en alejandrinos o endecasílabos de gaita gallega y las visiones lisérgicas de los Beatles, Pink Floyd o los Doors inspiran décimas, sonetos o romances. Con esta historia elíptica del pop, el autor integra en nuestra tradición no tanto el texto (solo cinco poemas son versiones, muy heterodoxas, de canciones) sino la estética y mitología del mejor pop”.  Por una vez en este blog me limito a hacer de bibliotecaria y no añado nada más a favor de lo que se defiende por sí solo ni en contra de lo que se  desploma  por sí solo, a pesar del séquito de algunos energúmenos que le hacen coro en los comentarios. Hay gente para todo, Al.

If six were nine
Me levanté a las seis para escuchar a Jimi Hendrix
(era un documental de Canal Plus, intempestivo)
y escuché a sus amigos, familiares y vecinos
contarme historias tristes de mafiosos que chulean
y público tocino que ha cogido gusto al truco
del hombre tremebundo que asesina su guitarra.
Hablaron de las drogas y eran todas espantosas:
el ácido lisérgico diríase sulfúrico;
contaban que volvía algo medroso al pobre Jimi,
dócil a los consejos de su mánager corrupto
e injusto con su amigo y gran bajista, al que botó
el día que empezaba a hacer preguntas sobre el tema
de adónde va el dinero y quién decide lo que hacer.
De música hubo poco. Daba igual: algunos negros,
en tanto aprovechaban para hacer patria del genio,
no podían dejar de lamentar que su conciencia
política estuviera poco menos que en mantillas.
Todo el mundo escupía sobre los años sesenta
como si se temieran (y, tal vez, no sin razón)
que del espejo roto fuera a alzárseles un doble
punible en estos días de moral inoxidable
por posesión de drogas, de izquierdismo o de verdad.
Era bastante obvio que compraron los testigos,
pero de todas formas daba pena la traición.
Tome nota mental: nunca madrugues. A esas horas
el mundo es tan horrible que tan solo se soporta
si has pasado la noche disolviéndote muy lejos
de la televisión, ojo sin párpado de Dios (*).


(*) A.A. González Terriza, Devocionario Pop (1220-1996): 41 reflejos y 5 metamorfos. Madrid: Trea, 2008.

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