21.4.19

La segunda vida

a Carrerita de Villanueva de la Serena (Badajoz) y La Madonna che Scappa de Sulmona (Abruzzo, Italia), ambas están documentadas en el siglo XIX. Son procesiones del Domingo de Resurrección en las que la imagen de la Virgen es llevada a toda velocidad hacia su hijo representado como Cristo Resucitado. He visto en Youtube un par de vídeos de cada una y no hay grandes diferencias. La primera vez que vi la carrerita fue en la TV y resulta hasta graciosa, por eso no extraña el sinnúmero de memes que le han sacado por lo menos en Twitter. Ahora veo la Virgen corriendo con nuevos ojos porque en diciembre falleció el hijo de una prima con solo 38 años y no soy capaz de imaginar su dolor pero sí la alegría que tendría si lo volviera a ver resucitado, tal y como tenemos la esperanza de volvernos a ver los cristianos.
Hace poco asistí a un sepelio sin contenido religioso alguno en el Tanatori Ronda de Dalt. Más allá de mi propia fe, desde la cual no me atrevo a caracterizar el acto, es evidente que faltaba algo. Tal vez las piezas musicales que se eligieron no eran apropiadas. Ni siquiera las recuerdo, aunque eran arias muy conocidas operísticas. Era un sepelio muy concurrido, cosa que remarcaba no solo que el difunto aún era "joven" (66 años todo lo más) sino que tenía un círculo social amplio, ese colchón en el que dicen se puede alargar la vida.
Tanto las ceremonias civiles para contraer matrimonio como los sepelios sin responso ni bendiciones, no acaban de tomar forma y muestran sobre todo dispersión de sus elementos y una cierta desorientación cuando no directamente mal gusto. Los rituales sirven para aglutinar los elementos de un acto y le dan un sentido. Sin tener que aspirar al boato vaticano ni a elementos pacatos o de ortodoxia, el ceremonial es algo bonito si no cae, como digo, en la sofisticación o en lo cursi.

La Madonna che Scappa, Sulmona (Abruzzo, Italia)

La Carrerita, Villanueva de la Serena (Badajoz)
Cuesta hablar de la muerte porque unos no la presienten y otros la temen. Creo que la mayor parte de la gente que conozco más que temer el estado en sí lo que temen es el traspaso o el dolor de la agonía. Y del estado en sí poco o nada sabemos, todo lo más se entiende que hay una separación, una disolución, un truncamiento. Yo he vivido cada una de las muertes de mis seres queridos o próximos en cada caso como algo diferente pero siempre sintiendo el desgarro de lo que se acaba de forma fulminante, especialmente no tanto en el momento exacto de la muerte como en el momento en que perdemos de vista el cuerpo del difunto. Por esta razón pienso que quienes no pueden despedir a sus muertos de cuerpo presente no pueden acabar de hacer bien el duelo famoso.
La carrerita de la Virgen este año la vivo como algo cargado de emoción porque me represento la alegría de Nuestra Señora de la Aurora al saber que Jesús ha vuelto a la vida. Es la alegría que tendría cualquier madre, que perdería la compostura para correr hacia su hijo para acercársele, sin pensar en nada ni nadie más. La sola idea de separarme de mi madre, que me trajo al mundo hace tantos años, y que siempre estuvo más o menos cerca de mí, me arroja a un sentimiento de soledad al que nada se parece. Aunque hace también bastantes años soy consciente de mi soledad y la de mi madre, que es inaccesible, su ausencia aún agrandaría el acercamiento de mi alma y el alma del mundo, un cierto aislamiento.
A la Iglesia como institución no es que le gusten mucho las actividades de las hermandades y cofradías, donde resisten las manifestaciones populares de la fe a veces hasta extremos que encierran atavismos bárbaros o mundanos y no pocas supersticiones. Las críticas a las procesiones llueven cada año desde una izquierda que no está exenta de su propia (o adquirida) imaginería cargada de estereotipos y con una iconoclastia que es otra forma de idolatría. En el post de ayer pretendí señalar como en la propuesta de María María Acha-Kutscher al incorporar los estereotipos de la hegemonia machista les está dando una segunda vida en donde no se acaba de fraguar una alternativa visual para la mujer real. Si en las tradiciones de la Semana Santa se vibra tanto es porque están vivificadas por la fe y porque acogen el sentir de los fieles, también porque cada año se renuevan aunque no sea algo orquestado desde un aparato de propaganda, diseño o comunicación.

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