19.11.22

En blanco y negro: Genaro Agraso


bro una serie de posts sobre mis muertos y elijo como el primero a mi tío Genaro Agraso. Por el nombre, me recuerda uno de esos 100 personajes que dicen que Camilo José Cela recuperó de sus novelas y otros textos para Los viejos amigos.

Los viejos amigos de Cela (1960) no tienen nada que ver con Los viejos amigos de Rafael Chirbes (2003), como es fácil de deducir no solo por la cronología sino por la estirpe ideológica de ambos escritores. La novela de Rafael Chirbes es, según veo por su solapa al uso (*), un producto de su época y tiene un planteamiento convencional. Otra cosa es admitir que Chirbes, en la novela y media que he leído de su obra, desarrolla perfectamente los personajes y vamos a decir su roña. Mucha roña hay también en Los viejos amigos de Cela, pero salimos alentados por su sentido del humor y algo que abunda tiernamente en nuestros clásicos de la España más negra. Cela recupera en breves textos de un cierto realismo fantástico a sus personajes amigos, tras una breve cita a la fuente original. Como si hiciera un desarrollo del personaje que había esbozado, pero con poco recorrido porque el sujeto no da para más, aunque a veces envuelve historias tremendas.

No voy a hacer nada por el estilo ni de Chirbes ni de Cela, tampoco tengo sus alturas, pero me he acordado de CJC porque los nombres de los personajes son increíbles: Matroniano Gordaliza Villapeceñil, Don Estanislao de Kotska Rodíguez y Rodríguez, alias El Mierda, Sinforosa Chumillas, Mansueto Machezo, Quiquito Esteban. Ya sabemos que a pesar de los años que lleva el libro primero en circulación y después si no agotado, casi, esos nombres podrían ser inventados pero no mucho. 

Genaro Agraso es un nombre que no podía ser más gallego, pero no puedo saber donde nació y como conoció a mi tía María Domínguez, Maruxa. Tiendo a pensar que en algún pueblo de La Coruña. Lo recuerdo bien, aunque la última vez que lo vi fue hacia 1986, por la muerte de Raquel Domínguez. Poco tiempo después murió Maruxa y lo supimos al cabo de unos días, cuando ya estaba enterrada en lo que yo llamo "nuestro terrenito" en el cementerio de Sant Andreu.

Mi tío Genaro era pulquérrimo. Recuerdo que tenía un traje negro de ojo de perdiz que debía estar confeccionado a medida porque le quedaba fetén. Nunca le ví con ropa de colores y por eso lo asocio con aquellos años del blanco y negro y que sin embargo fueron tan alegres en el colorido. Podría decirse que los demás podíamos ir de colores gracias a la gente que como él iban de blanco y negro.

También recuerdo su semblante, de grandes ojos negros, el pelo casi blanco y un rostro que transmitía su bondad, una personalidad sufrida y la atención serena. Como es normal, siempre lo veía recién afeitado y acicalado, porque la familia se reunía los domingos por la mañana y en alguna boda o comunión o el día de los Fieles Difuntos. Pero es que además mis tíos tenían una perfumería también pulquérrima. Vivían en el altillo de la tienda, también limpísimo. Recuerdo que mi primo Ricardo era muy alto y no cabía en la cama, porque no habían camas más largas en aquel tiempo.

Cuando ya llevaban años muertos y enterrados los dos (mis tíos), mi madre me explicó que cuando íbamos a verlos a Santa Coloma de Gramenet, no nos dejaban entrar en el baño. Pensé que era por la manía de la higiene, que la tenían todas las hermanas de mi padre excepto una, que fue la más longeva. Insistí en que me lo confirmara y me dijo: "Tu tía Raquel decía que era porque allí guardaban el dinero". Aunque mi madre creo que ignora la prerrogativa de la prescripción de los derechos, hay muchas cosas que se las ha callado hasta que ha pasado mucho tiempo de la muerte de alguno de nuestros finados.

Cuando dibujé mi serie de raras aves, al casuario le puse por nombre Genaro, en homenaje a mi tío, un hombre pacífico. Y eso fue porque injustamente se consideraba a los casuarios como los pájaros más peligrosos de toda la fauna. En realidad el casuario solo ataca si se ve acosado o acorralado o burlado, o cuando atacan a sus crías y se dispara su cerebro reptiliano de velociraptor. Y aunque es verdad que puede usar sus garras para eviscerar a su atacante, con su poderoso segundo dedo, también lo es que suelen antes patearlo que matarlo. De hecho nada más hay una muerte documentada el año 1926.

José Domínguez, Corona Senra y Genaro Agraso (c. 1970)

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(*) "Un grupo de viejos camaradas son convocados a una cena. Un día estuvieron unidos por un luminoso, aunque confuso, proyecto común: la revolución. Ahora, tantos años después, hacen repaso de sus existencias. El espejo del tiempo les devuelve la imagen de unas vidas vividas provisionalmente, y cuyo vacío se llena a menudo de culpa, desengaño, rencor o traición. Un constructor, un pintor que trabaja de vigilante en un hotel, una profesora, una publicitaria, un novelista fracasado que malvive vendiendo apartamentos a los turistas son los actores principales de una novela compleja y exigente. Las voces se suceden, matizan y contradicen unas a otras para tejer una tupida red de vidas cruzadas que se traban en un juego de contrapuntos revelador de las trampas de la memoria. Escrita desde un punto de vista en el que no caben los discursos complacientes, Los viejos amigos propone una reflexión sobre la condición humana y las posibilidades del individuo de intervenir en el curso de la historia, a la vez que saca a relucir las contradicciones que surgen del enfrentamiento entre las miserias privadas y el vacío de ciertos discursos ideológicos." (Editorial Anagrama)