10.3.19

No leo hilos

"Uno de los pocos rasgos de vejez que notaba
 en mi tía era su inclinación a abandonar
 una anécdota inconclusa e iniciar otra. Su conversación
 era como una revista norteamericana, donde
 hay que seguirle la pista a un relato
 saltando de la página veinte a la página
 noventa y ocho, pasando por entre toda clase
 de temas: delincuencia infantil, nuevas recetas
 para cócteles, la vida amorosa de una estrella
 de cine y otro relato completamente distinto
 del que ha sido bruscamente interrumpido".
Graham Greene, Viajes con mi tía.

Pensando en tías literarias recuerdo ahora solamente además de la de la novela de Greene, la de Unamuno y la de Capote. Mucho se habla de cuñados para lo que se podría hablar de tías y tíos. La cita sin embargo relata esa sensación incómoda que tenemos ante las publicaciones impresas en que se incrustan materiales diversos que incluso rompen el hilo del texto principal hasta desintegrarlo entre varias páginas. Todo el logro que supuso la noción del texto como un todo se ve menoscabada ante esos inventos de la prensa diaria y semanal, y esto es por su propósito de perseguir o atrapar la atención de los lectores. Me imagino la conversación de tía Augusta y recuerdo la de cualquiera de mis tías paternas y de mi propio padre, cuyos relatos se detenían en regresiones que no dejaban de tener su interés pero que desconcertaban porque no tenían nada que ver apenas con la narración principal. Pero la comparación de Greene aunque es muy válida no es exacta, ya que en una publicación el riesgo es que acabemos por abandonar el hilo de un texto mientras que con tía Augusta ella va a asegurar la atención hacia donde le interesa o puede.
La sensación de incomodidad de los magazines llenos de gacetillas que entorpecen la lectura lineal más bien se reproduce en quienes ─sea hablando o sea escribiendo─ no llevan un "hilo". Por este álbum ya he escrito por lo menos una vez que mi gusto si aparta de aquellos textos que no se escriben del tirón, entendiendo por tirón el impulso que rige de cabo a rabo una comunicación. Cuando en un texto o en un discurso se perciben los titubeos y las costuras, repeticiones inconsecuentes, es que no hay un impulso comunicativo ni robusto ni cabal. A veces nos proponemos hacer una serie de reflexiones consecutivas pero sale un engendro irregular. Pienso en las crónicas que más o menos está haciendo un diario sobre el proceso del Procés y es un buen ejemplo de trabajo irregular: hay declaraciones en las que se ha detenido mucho el columnista y otras que apenas le han merecido una mención precipitada. Admitamos que da pereza y que los lectores van a contentarse con lo que se les ofrezca, aunque sea desigual y sin el propósito de dejar un análisis concienzudo o al menos un buen resumen.
El juicio (Causa Especial 20907/2017) por cierto está evidenciando otra vez la desinformación por una parte de los catalanes, que confían su fuente principal a TV3 y medios afines, de manera que el parecido con la realidad es muy limitado y la visión es tan fragmentaria y refractaria que se hace imposible reconducir cualquier tema.
A pesar de que los del mindfulness y escritores como Eckhart Tolle recomiendan no obsesionarse, no preocuparse, no recordar, no predecir, vivir el "ahora", todos sabemos lo fácil que es dejarse llevar por el pensamiento repetitivo y sucumbir a los recuerdos. La fragmentación de la información en porciones contables y con trazabilidad y la publicidad intrusiva tan irritante casi son un alivio donde dejar rebotar como una pelota japonesa la mente cuando nos acucia una preocupación. Sin embargo es cierto que el único descanso posible es vaciarse de cavilaciones y, como dice una conocida hondureña, dejar de cranear.
La fotografía de hoy es una imagen aérea del Laberinto de Horta de Barcelona. Casi con claridad es posible ver el camino correcto para alcanzar desde la puerta, donde nos recibe un bajorrelieve de Ariadna, la salida ante los templetes de Dánae y Ariadna. Pero el laberinto visto como un plano solo nos ayuda a ver su forma de doble segur, que es la que tendría el de Creta. La gracia de transitar por el laberinto no tiene que ver con llevar su mapa. En una ocasión llegué a pasar por la entrada 3 veces y no alcancé la salida, cosa que indica la poca atención que puse en encontrar el camino. A veces me gusta y mucho dejarme llevar. Si el Laberinto de Horta fuera el doble de grande aún seguiría siendo pequeño como parcela y sin embargo sería terrible perderse en él aunque fuera a cielo abierto.
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En la biografía de mi cuenta de Twitter indico que no leo hilos y es verdad. Lo que no cabe en un tuit no me interesa como tuit. Tal vez m interesaría como columna o como otra cosa, pero como tuit lo paso por alto.


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