8.7.24

Nada de nada


hora que se han puesto de moda las vacaciones para no hacer nada (do-nothing vacation) lo propio sería buscar qué son esas vacaciones y si además de no hacer nada se supone que no hay que cubrir grandes distancias. Pero no voy a buscar nada ni tampoco voy a despejar la incógnita de si viajar se considera que es hacer algo.

Llevo una buena temporada no solo desprendiéndome de los resultados de mi trabajo (y eso es uno de los pilares del yoga) sino que me he dado un descanso. Ya hace muchos años que leo poquísimas novelas y ya apenas voy al cine. Estudiar lo mínimo, ya estudié cuando tocaba. 

Las plataformas como Netflix o Filming ─sé que hay muchas más─ no me inspiran ni confianza ni curiosidad. También abandoné bastante mi afición fotográfica porque me di cuenta de que me perjudicaba la vista. Ahora solo hago fotografía con el móvil y no edito. Y aún así quedan muchas cosas por hacer, aunque las hago un poco erráticamente y sin objeto, a mi placer.

Después de lo productiva que he llegado a ser, puedo vivir (al menos por un cierto tiempo) de mis "laureles" (¡!). Pero tengo que admitir que me irrita un poco cuando alguien indiscretamente me pretende dar ideas de lo que debo hacer con mi tiempo y ya no digamos cuando se me pretenden dar ánimos, como si la pereza tuviera algo que ver con el desconsuelo o la desmotivación exógenas.

Me parece del todo legítimo y cargado de razón dedicar una buena parte del tiempo a descansar, hacer valoraciones desintencionadas y, como decía Rodríguez Zapatero, supervisar nubes. Ni siquiera supervisarlas, simplemente mirarlas pasar si es que pasan. 

Tuve algunos días de dolce far niente, especialmente en el verano, esa estación que se apachangueró y que ahora ya no sé qué pensar. Ir 10 días a Tailandia o a Bali o a Tanzania no me parece un plan bueno para mí. Qué va. Me dicen mis amigos más mayores que las ganas de viajar se recuperan más adelante; les hago caso pero no lo creo.

Vivimos unos tiempos de mucha prisa, velocidad, ansiedad también. Sin darnos cuenta nos dejamos llevar por la precipitación y por la exigencia de tener un rendimiento lo más inmediato posible. Pero para quienes defienden que los buenos resultados se hacen esperar y todo aquello del esfuerzo sostenido, no puedo brindarles más que mi incredulidad. El low movement si va revestido de modestia, lo veo bien.

Pienso en el Salmo 127:

Todo éxito depende de la divina protección.
Si la casa el Señor no la edifica,
en vano se fatiga el que construye,
si no guarda el Señor a la ciudad,
es vano que vigile el centinela.
De nada os servirá que madruguéis,
saliendo a trabajar muy de mañana.
[...]
[Trad. Eloíno Nácar Fuster]

Al Padre Eloíno debemos la que se considera como la mejor traducción española de la Biblia, que la hizo junto con Alberto Colunga y que por eso se conoce como Nácar-Colunga. Y ese es un trabajo para el que se requiere haber estudiado y trabajado mucho.

La generación Z o lo que yo conozco de ella tiene la jactancia de subestimar esos trabajos que, además de proceder de lenguas muertas  o inservibles, los podría hacer cualquier dispositivo de IA en un microsegundo o en menos. Por mi propia experiencia he observado que se empieza diciendo que para qué saber ortografía si el corrector automático puede revisar y se acaba diciendo que si lo puede hacer un corrector automático para qué revisar. Y así todo.

Vaya, me ha quedado una homilía.

Por lo tanto, no es sencillo casar lo que digo al principio y lo que digo al final, pero queda así, que el verano no es para fenomenologías del espíritu.

Cardo de la Sierra de Collserola (Barcelona). Fotografía: M.D.

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