16.7.24

Raquel (2)

Mi tía Raquel murió el 13 de marzo de 1985, a los 51 años, a causa de un tumor cerebral muy parecido al de su hermana Nieves, que falleció el año 1963. En esos 22 años la Medicina había avanzado mucho y gracias a eso mi tía sobrevivió 8 años al diagnóstico fatal y aunque perdió la vista de su ojo izquierdo y luego fue perdiendo la vista de su ojo derecho, y nunca sabremos hasta qué punto, trabajó prácticamente hasta el día 11 de marzo. Fuimos en taxi hasta la Quinta de Salud La Alianza (*), donde ingresó por su propio pie. Llevaba una especie de port-a-cath que iba liberando un analgésico, según me explicó mi madre. Pero nunca le oímos quejarse y antes bien fue entrando en un silencio impenetrable lleno de desengaños y delicadeza.

Así como los Domínguez tenemos con los años una tendencia a perder la afinación en la prensibilidad de las manos, somo bastante ilusos. De ahí los desengaños.

En realidad, perdonen que desplace el foco a mí, yo ni siquiera me hubiera tenido que llamar Marta ni Marta-Raquel, yo me tenía que haber llamado Laura, pero ese nombre lo quería ella para la hija que nunca tuvo. Y fue una gran pena para ella, que adoraba a los niños y que hubiera sido tan buena madre como buena tía. Ella hubiera podido tener hijos, pero parece que su esposo no, pero como él evitó hacer prueba alguna, nunca lo sabremos. 

Hay que decir a favor de mi tío Fernando que nos fue dando su colección de libros. Estaban bien editados, en cartón duro, y nos permitió leer los grandes clásicos de la literatura juvenil: desde La isla del tesoro a todo género de novelas de aventuras con piratas, espadachines, cruzados y por supuesto Huckleberry Finn y Tom Sawyer. Luego pudimos completar esa educación sentimental con Mortadelo y Filemón y todo el catálogo de Bruguera, Toray y el TBO, sin que yo le hiciera ascos a las cursiladas de Sissí, Mujercitas y los dramas de Dickens, mezclados con El capitán Trinquete, Enid Blyton y Guillermo el Travieso.

Nuestra educación literaria sólo es comparable a la gran cantidad y variedad de música que consumimos sin desmayo, hasta pasar de repente a Machado, Ovidio, Cortázar, Supertramp y Bach. Gran parte de nuestro bagaje literario se le debemos a mi tío y a que de alguna manera supiera que no iba a tener hijos.

La muerte de mi tía me desgarró. Fue la primera vez que tuve noción de que había perdido a alguien. Las pérdidas anteriores y las posteriores, ni siquiera las de mis padres, me produjeron un desgarro así. De hecho, cuando se murieron mis padres hasta me alegré, porque habían llegado al final de la vida y ya lo que les podía quedar no tenía ni gracia ni dignidad. Pero mi tía tenía ganas de vivir, era las ganas de vivir por antonomasia. Cuando enfermó le dijo a mi madre que haría cualquier cosa por recobrar la salud, por difícil o repugnante que resultara (la cosa).

Cuando se separó de su marido mi padre tuvo que intervenir, porque hubo algo de conflicto. Le dijo: "Deja en paz a mi hermana, porque yo iré a la cárcel pero tú irás al cementerio". Mi tío Fernando no tuvo ninguna duda y por eso nunca más lo volvimos a ver. Mi padre quería mucho a sus hermanas, pero yo notaba que tenía una debilidad especial por su hermana pequeña. La verdad es que hasta donde yo sé a muchos hombres solo les inspira respeto otro hombre.

Raquel Domínguez no recibió sepultura, fue incinerada por su expreso deseo y luego se llevaron sus cenizas a la orilla de Castelldefels. 

Algún día nos encontraremos todos de nuevo, aunque sin tortilla de patatas ni Xibeca la verdad es que me parece que el Paraíso no será igual que las timbas en su apartamento. Que el Señor la tenga en su Gloria.

Addams family (Charles Addams)

(*) Actualmente, desde 2011, se llama "Hestia Palau des de 1917. Hospital Sociosanitari i de Salut Mental". Tembién tienen la Clínica Stauros y el Duran i Reynals en Bellvitge. Tienen un aire a los de Sarau, digo Suara.

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V. Raquel (1)