28.2.10

Perdedores y buscadores

a caja de pastillas de regaliz, aumentada en la foto, seguro que significa bien poco para la mayoría de la gente. Yo, que no sé si soy una perdedora pero de lo que sí estoy segura es de soy una buscadora, la encontré el mes pasado en un establecimiento de chucherías y golosinas. He probado sino todas casi todas las marcas de regaliz que estuvieron a mi alcance, lo mismo que las galletas. Como Saila no he probado nunca nada que se le parezca. Lo de extravergine es rigurosamente cierto. Claro está que a quien no le guste la regaliz y en general no le gusten los sabores fuertes, las pastillas Saila no le gustarán. Tampoco está de más recordar que no hay que abusar de la regaliz porque puede provocar pseudohiperaldosteronismo y además está contraindicada en los hipertensos. Nosotros los hipotensos siempre llevamos regaliz a mano a falta de una petaca de güisqui, y la verdad es que son mano de santo. El polen también va muy bien los jamacucos equinocciales de la presión arterial baja pero ese tema ya será tratado en el momento oportuno.



Se dirá que tratar estos días de este tema tan marginal es poco menos que una impertinencia y una inmoralidad o amoralidad. Pero a la vista de que una de las pocas cosas que consiguieron movilizar a este país últimamente, además del fútbol, ha sido por ejemplo la edad de jubilación, ¿a qué andarse con remilgos? Ando preocupadísima porque a pesar de que estoy dosificando mi consusmo de cilindritos Saila a uno en días alternos, veo que se me está acabando mi "contingente" y no veo cómo voy a poder reponerlo. Todo lo más que he conseguido, además de patear media Barcelona como alma en pena, y darme cuenta de lo poco diversificada que está la oferta (tema que también será tratado en el momento oportuno), es descubrir en internet tres grupos de fans en Facebook y gente desesperada por encontrar Saila en ciudades como Nueva York. También he descubierto que Leaf compró la empresa propietaria de Saila enl año 2006, y que Leaf ha potenciado más las pastillas de menta Saila que los tradicionales cilindritos a los que todo el rato me voy refiriendo. Excuso decir que he escrito a Licorice International y que una tal Elizabeth me correspondió en pocas horas para decirme que no me podía ayudar. Sí distribuyen o tienen en nómina los productos de Amarelli, una liquirizia que se encuentra por doquier en Italia y que está omnipresente en los tabaccai. Las latitas de Amarelli no están mal. Bien cuidadas. Muy primorosas y como modernistas, pero servidora prefiere el art déco (aún no me he recuperado de la visión del edificio Chrystler en N.Y.) y aquel momento de entregeuerra en que la buena tipografía se divorció definitivamente de lo que ahora conocemos como "diseño gráfico" y que es la rotulación de toda la vida. Principios verdaderamente gloriosos fueron los del diseño gráfico. Si una tuviera días de 48 horas estudiaría un instrumento musical y tipografía. Por un decir. La lata de la foto no sé si está en el tipo Futura Script o si está emparentada con la Bauhaus o el futurismo, o si es una reprodución de la lata original o qué, pero me vuelve tarumba. Oh. Y en el interior hay un papel que se desdobla delicadamente como antes los de las cajas de bombones o de las corbatas de los altos ejecutivos.  ¿Hará falta decir que si alguien me consigue alguna cajita de Saila, aunque no sea de latón, aunque no sea conmemorativa, le pagaré los portes y que se la pagaré mejor que bien?

Me acuerdo de la película que comentamos días atras, "A serious man" o "Un tipo serio"". Los hermanos Coen. Magnífica. De momento lo mejor de este año. Cuando el hijo del protagonista le llama por teléfono al trabajo en un momento difícil y hasta delicado para decirle que no puede sintonizar su programa de TV favorito, "F troop". Como en el bloque de pisos en el que vivo hubo una crisis verdaderamente insalvable entre los vecinos, el año 2007, a causa de que se había cambiado la antena por no sé qué zarandajas de la TDT y se dejó de ver Telecinco durante un fin de semana, me creo cualquier cosa. Yo era entonces la presidenta de la escalera y me acuerdo perfectamente porque me llamaron al celular con mi padre de cuerpo presente, cuando nos quedamos solos, a eso de las nueve de la noche del sábado que nos dejó y dio el alma a quien se la dio. Por eso, a pesar de todo lo que está cayendo, no miraré ni un solo programa de Telecinco en toda la vida, y enterarme de la logística de Leaf entra dentro de mis prioridades. Lo prometo por Snoopy.

P.D.: He encontrado cajitas de Saila en algunos establecimientos de Schleker y también en una pequeña tienda de prensa que hay al principio de la callé Amigó o Santaló, en Barcelona. La distribuidora me aseguró que también las venden en algunas gasolineras de Repsol.

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27.2.10

Tan dulce como su boca

Tres días hai que non como
se non unha laranxiña
para te-la bouca dulce
para che falar meniña
Trad. gallega ("Canto de Monzo", Berrogüetto)

Las orejas de Augusto
ué más se puede añadir a la fotografía del camafeo de Augusto, si no es el sello que incluyo después? Poco o casi nada. El artista anónimo hizo un trabajo que apenas tiene que ver con las cabezas de perro tomadas en gran angular, o con el cartel de las elecciones de Obama. Por decir algo. Ni con el brain storming de las campañas mediáticas. Principalmente porque el camafeo es el trabajo fruto de una tradición de un oficio, aunque se trate de una labor personal y se añade algún factor de estilo, que es lo que al parecer distingue la técnica del arte. El diseño gráfico también está por la labor de convencernos de las propiedades de lo que nos muestra (publicidad), pero cualquiera que pase por aquí estará de acuerdo conmigo (si quiere) en que el camafeo de Augusto a la que se reprodujera perdería mucho de su valor y de su gracia. Que conste que estoy al caso de la disputa por los derechos de autor del afiche de Barak Obama, puesto que la imagen de Shepard Fairey en realidad procede de una fotografía que tomó Jim Young o Mannie Garcia (así, sin acento en la i). Un rollo macabeo, lo de la propiedad intelectual y todo eso. Porque el camafeo de sardónice (así, con e) sí que es un maravilla y una delicia para los sentidos. Aunque sea así, aquí, "reproducido" de otra manera.

Camafeo de Augusto con la Gorgona, año 14 (12,8 x 9,3 cm). British Museum.

Se suele menospreciar la escultura romana y se suele recalcar en todo caso que los escultores de la época republicana eran todos griegos. Y sin embargo el retrato romano me parece una aportación importantísima. No superior a la tortilla de patata española pero tampoco inferior a la perspectiva o a las caligrafías china o árabe. Los 7000 guerreros y caballos de terracota del mausuleo del emperador Qin tienen rasgos individuales, pero no sé si están inspirados en modelos reales. Los guerreros de Qin (del año 210 a. J.C.) estaban policromados, pero al ser descubiertos y al contacto con el oxígeno pierden la pigmentación. También era polícroma la escultura de Augusto thoracatus, como general victorioso inspirado en el Doríforo de Policleto, más conocido como el Augusto de Prima Porta. El hecho de que Augusto siempre aparezca con las orejas un poco prominentes, como Obama, incluso en la estatua como Augusto thoracatus, en pleno revival helenista y por lo tanto la estilización y menor realismo (yes, we can), me hace creer que "efectivamente" (como está de moda decir ahora) tenía unas buenas orejas.

Ya que sacamos a relucir el par de orejas de Augusto, no estará de más que incluya lo sugerentes que siempre me resultaron las Guerras Cántabras (29-19 a. J.C.), a las cuales se dice que tuvo que venir el emperador Augusto en persona para ver de acabar la romanización de Hispania. Teniendo en cuenta que Cádiz, la ciudad más antigua de Europa, era civitas faederata desde el siglo III a. J.C. y la matanza del monte Medulio fue en el 22 a. de J.C., los pueblos galaicos, astures y cántabros no podían ser más que un estorbo, un incordio de insurrectos irredentos y lo que fueron, unos suicidas redomados.

Para ir recapitulando y centrando el tema: las orejas de Augusto o las de Barak Obama también de alguna manera thoracatus no son un tema menor. ¿Qué diría la escultora Louise Bourgeois sobre las orejas del emperador y por qué fueron reducidas en el camafeo? Pensemos en la famosa fota de la escultora admirando una oreja esculpida, fotografía que le hizo Inge Morath (1991). O en la escultua que hizo la misma Louise Bourgeois de una oreja derecha (2002). Algo sabría de orejas.

El peinado de Julia Domna

Sello de berilo de Julia Domna. Año 205-210 (2,4 cm). The Metropolitan Museum of Art

Los retratos romanos siempre eran de hombres y además de la clase patricia, aunque se conservan algunos retratos en efigie de mujeres patricias. Retratos excepcionales. Hay muchos de Julia Domna (Iulia pia felix Augusta mater nostri et castrorum et senatus et patriae), con su particular peinado:
"En el 193, año en que Septimio Severo es proclamado emperador por las tropas de Panonia, Julia Domna obtiene asimismo el título de augusta, llegando incluso a acuñarse monedas con su efigie. [...] Entre el 202 y el 205, el papel ocupado por la emperatriz motivará las envidias del prefecto del pretorio, Cayo Fulvio Plautiano, consejero muy influyente en el emperador, y que le convenció de que Julia había sido adúltera, con el consiguiente proceso y la retirada de ella de la vida pública. Este alejamiento de la corte le permite dedicarse intensamente al estudio de la filosofía y la religión, formándose alrededor suyo un círculo de figuras intelectuales importantes, entre los cuales se encontraban el filósofo Filóstrato y el médico Galeno." (Wikipedia)

La verdad es que aparte de que el peinado es muy patricio y preciosista, yo sospecho que las orejas no las tendría la emperatriz Julia Domna nada agraciadas.

Damnatio memoriae
En la Wikipedia también, por cierto, encontramos una lista de emperadores condenados, sujetos a la damnatio memoriae. Cuando el Senado decretaba la damnatio memoriae, se procedía a eliminar todo cuanto recordara al condenado: imágenes, monumentos, inscripciones, e incluso se llegaba a la prohibición de usar su nombre". Una cosa (los retratos, los triunfos, los honores) llevó a la otra (la deshonra pública). En este sentido es muy interesante un artículo en "El País" de su press ombudswoman o defensora del lector, Milagros Pérez Oliva, o que lo era al menos cuando publicó "Condenados a permanecer en la Red" en marzo. Y es que yo me pasé una vez (hace unos 2 años y medio) mucho tiempo buscando el rastro de un ex-conseller de la Generalitat de Catalunya que estuvo años en su puesto y que luego desapareció sin dejar ni una sola señal en la red. Antoni Comas. Creo que fue cesado e incluso se le llegó a imputar un delito de apropiación indebida. Así es que cuando se quiere bien que se puede limpiar la red de toda traza poco honorable.

¿Se acuerdan de "To viemma tou Odyssea"/"La mirada de Ulises" (Theodoros Angelopoulos, 1995)? ¿Harvey Keitel buscando la mirada inocente? ¿Se acuerdan entonces de la enorme estatua de Lenin destrozada deslizándose en una barcaza por el Danubio? ¿Se acuerdan al menos de la magnífica música de Eleni Karaindrou? Claro está que esa estatua, no la de la película, sino la mayoría de las estatuas de Lenin, tenían escaso valor escultórico.

Me acuerdo cuando nació mi sobrino. Teníamos su retrato sobre todos los televisores. Como si fuera un dictador. Y de alguna manera lo fue, pero por poco tiempo. Apenas 3 años.

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23.2.10

8

23 de febrero de 2010 - Calle Campoamor, 36 (Horta, Barcelona)

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20.2.10

El Paleolítico Superior (y III)

n el post previo otra cosa que deja ver la foto y no el "plano" que hice es precisamente que el Turó de la Peira estaba -como la palabra catalana turó indica- en una colina. Cuando aparecieron las pelotas japonesas era fácil que una de las nuestras acabara en el mar o en el río Besós, que va a dar a la mar, a pesar de que está a unos 7 u 8 quilómetros en línea recta. Y esto porque había unas cuestas y por lo tanto unas bajadas pronunciadísimas. Otra ilusión del plano es que coexisten elementos que nunca coincidieron en realidad. El cine Turó, que estaba al lado de mi casa, con el tiempo se cerró. Tal vez sería allá por el año 1970 o después, no puedo asegurarlo. En el vecino barrio de Horta había dos cines más grandes y otro pequeño donde echaban todas las películas de Bruce Lee que no vi en el cine que había en San Andres del Palomar. Ahora, al recordar el título de mi película de Bruce preferida, "Karate a muerte en Bangkok" (Wei Lo y Wu Jiaxiang, 1971), me doy cuenta de que el nombre auténtico del Colmado Benito era "Tostadero Bahía" en el rótulo original de los años 60-70. Me lo ha confirmado mi madre. Luego pasó a llamarse "supermercado" aunque con sótano y todo no pasaba de los 80 metros cuadrados.

El caso es que cuando se cerró el cine Turó aquello se llenó de ratas. Finalmente el regidor del distrito saneó el podrido patio de butacas e hizo un parque o isla interior al cual yo no llegué a entrar a pesar de que quedaba a 3 pasos bien contados de mi portería.

La llamada "bòbila" era un barranco y, de acuerdo con el nombre que recibía, era arcilloso. Luego hicieron allí, cuando ya no hacía falta porque no había casi niños, un parque que se llama Olof Palme:
"En el año 1992 hicieron sobre nuestro escondite unna plaza dedicada a Olof Palme, el icono de la socialdemocracia europea, el amigo de Felipe González Márquez asesinado el año 1986. El año en que se inauguró ya se había dado a conocer, aunque por encima, el escándalo de los burdeles suecos [en el que estaba involucrado el político] (La señora Petrarca).

La wikipedia no dice nada del asunto, aunque apunta que el principal sospechoso fue inmediatamente absuelto. El crimen prescribe en febrero de 2011. El año que viene. Los urbanistas salbaron los desniveles del parque con rocas como de escollera y hay una mimosa que este año ya ha florecido. De todo lo dicho hasta ahora entonces la mismosa es, definitivamente o no, lo mejor.

En otra película de la época, "Fiebre del sábado noche" (John Badahm, 1977) John Travolta tiene en su habitación, en la cabecera de la cama, el póster de Bruce Lee en "Karate a muerte en Bangkok". Pero "Fiebre del sábado noche" forma parte más del Neolítico que del Paleolítico.

Simplemente, a pesar de mi abrumadora cantidad de recuerdos, voy a referir los dos que me parecen más hermosos. Uno el de cuando iba a comprar hielo para la heladera. Las heladeras funcionaban con un bloque de hielo que se cambiaba a menudo. Me enviaban a por hielo (con un cubo de zinc-niquel) y a por la leche con una lechera de aluminio. Pero eso era cuando tenía 4 o 5 años. Con 7 ya iba a por el maldito champú de huevo de mi tía. Los compraba en la Droguería marzo, un sachet, cada vez que la condenaba se lavaba el cabello. Tenían una rebaba muy rugosa. También me mandaban a por el pan, el pollo ("de cada cuarto me hace dos trozos", le decía a la señora Conxita), las olivas, las almendras, el aceite a granel, la carne de cerdo y el embutido. Todo menos el pescado y la fruta, por acabar. A veces alguna vecina me llamaba desde su ventana con rulos y la bata de boatiné y les hacía mandados express, de última hora. De azafrán, pasta para canalones, harina o productos de extrema urgencia. Me daban un duro, un paquete de pipas o 3 galletas Artiach de nata, según. Las galletas Artiach eran lo que más me gustaba que me dieraan ya que en mi casa había un régimen entre menonita y amish y solo se comían dulces por Navidad o así. Yo era alérgica al chocolate y lo fui hasta los 30 y pocos años. En resumen, "mi cartera de servicios" era muy amplia. Hasta hacía de carabina de mi tía, la del champú de huevo. Lo mismo servía para un roto que para un descosido. Nada superaba sin embargo la belleza de un bloque de hielo derritiéndose.

El segundo recuerdo ya lo referí en *A la flor del berro, pero es más valioso que el de los niños quemando gatos vivos metidos en un saco, en la antedicha Bóbila:
"[...] jugábamos a los cromos de picar. En algunos ponía el nombre de su propietario, en otros ponía el nombre de su propietario tachado y el del segundo o tercer propietario, y es que quien ganaba se los iba quedando. Mi nombre no estaba en ningún cromo, no sólo porque yo no tenía para comprar cromos sino porque era torpe para picarlos. Lo mío no era picar cromos, pero en correr y en saltar a las gomas solo me ganaba ¡a veces! María José Bagüeste, a la que le llamáamos así y a veces añadíamos (si estaba suficientemente lejos), "que el culo te hace peste" y echábamos a correr. Un día alguien que tenía demasiados cromos, desde su ventana los echó todos cuando estaba la calle a rebosar de niños jugando. Era antes de comer y cayó como maná que giraba como las hojas verdiblancas de los chopos, bajo aquel cielo tan azul que, vamos, ni la Capilla Sixtina. Ahí fue la mía, ahí cogí por lo menos veinte cromillos de troquel. Luego los perdí, pero tuve mi momento de gloria.

A aquella época también pertenecen los perros callejeros. Había más moscas y hormigas. No sé quien dijo que una ciudad con muchas moscas, malo, pero que una ciudad sin moscas era peor.

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19.2.10

El Paleolítico Superior (II/III)

A Elena Díaz, a Mª Rosa Rodríguez y su hermana Fina, a Hermínia Fuster y a su hermana Olga, a Elena López, a Mª José Bagüeste, a la Virtudes, a la Merceditas, al Josef, a Pedro Rebollo, al Pichudi (d.e.p.), al Cagón, a la Pili del Mantequilla, a los hermanos García Casadó, a Griselda Royo

Aaoiue en Aneto, 22 (¿1972?)

Lo dije en Pater: "Otra cuestión que me permitió ver el parecido entre mi padre y los pingüinos fue lo de los icebergs. Según la película de Luc Jacquet ["Le marche de l'empereur"], los pingüinos tienen que guiarse por las estrellas porque de un año para otro los enormes bloques de hielo se desplazan a la deriva". Mi padre con el Alzheimer y la remodelación del barrio, que le llevó de un bloque con aluminosis a otro nuevo pero con los vecinos de toda la vida en desorden (el del sorteo), pasó poco más o menos que por un suplicio solo aliviado por la pérdida de la memoria. Que la desorientación por tamaño desorden se aliviara con la amnesia es uno de esos refinamientos que acompañan nuestra penosa existencia en este valle de sangre, sudor y lágrimas. La famosa frase de Churchill ("I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat") ha sido además de decapitada, cercenada en nuestras citas por el "esfuerzo". Quiero pensar que es por motivos estilísticos de nuestra tradición horacianista y petrarquista, antes que por nuestra no menos tradicional pereza.

"Reconstruir" algo que ya no existe y de lo que apenas tengo recuerdos es también penoso. Pero con mucho esfuerzo he llegado a poder recordar casi todos los elementos que había en la manzana de pisos en torno a la cual transcurrieron los juegos y obligaciones de mi infancia. "Arqueología", dice Rostam. Y tiene toda la razón. Los pueblos sumergidos, y no me refiero a la mítica Antártida, sino a los pueblos invadidos por embalses y pantanos, esos pueblos en los que cuando no llueve mucho asoma el campanario, están ahí. Mi calle ya no está. La demolición fue rápida, con desalojo por la vía de urgencia de los pocos vecinos que iban quedando, puesto que ya muchas familias habían sido mudadas a bloques nuevos. Fue en Navidades y en el desalojo se emplearon 2 días. La mayoría de los vecinos eran los de toda la vida, ancianos. Muchos dejaron atrás hasta álbumes de fotos,  para salir con lo puesto y lo necesario, que ya se sabe que es bien poco. Y antes de que se me olvide lo poco que recuerdo, aquí lo dejaré con una devoción shintoísta. Esa peluquería de la foto, la "Peluquería Rosita", estuvo siempre ahí y si no es por la foto que ayer encontré hoy la habría olvidado. Y es que la memoria, que para mí es tan asombrosa como la imaginación, o más, se zafa. Y las capas de los recuerdos nos arrancan no ya esfuerzo, sangre ni sudor, pero sí lágrimas. Lágrimas de las buenas, y no como las que todos hemos echado hoy en el hospital cuando hemos ingresado cadáver un niño de 12 años atropellado sucesivamente por dos automóviles. Los dos conductores de los dos automóviles se dieron a la fuga.

De todas maneras, el único establecimiento que quedaba ya en la calle Montsant era la Peluquería Reme, cuya propietaria ha abierto en su nuevo destino una cafetería que se llama "El talladet" (el cortadito), conforme la Ley 1/1998, de 7 de enero, de política lingüística. Todo lo demás, a excepción de la Farmacia Vehí y Cristales Calleja, fue desapareciendo por jubilación (el Colmado Bahía del Señor Benito y la Señora Asunción, Novedades Corona, el negocio de mi madre, etcétera) o por cese.



vr. 3.1. (gracias a la colaboración de Rosa Mª Cosials Nualart) - Clicar para aumentar

Como servidora tiene recuerdos que ya sólo obedecen al carbono 14, no estará de más añadir que aún recuerdo la época en que había serenos, a los que ya nos referimos, y porteras o porteros. Lo de los porteros ha sido una pérdida inestimable. Las funciones de los porteros permitían descansar temas que ahora pasan en parte a los presidentes de turno de las comunidades de propietarios y en parte a las empresas de limpieza, que cobran mucho per que a veces no limpian más que nuestros bolsillos. Como los limpiadores de estas empresas temen o tienen un codo de tenista o epicondilitis, no retuercen bien los mochos, ni usan el agua limpia y la mayor parte de las veces dejan peor el suelo de lo que estaba. Nadie recoge las misivas certificadas de Hacienda o del Ministerio de Trabajo (¿existe aún?), nadie sabe quien es el que deja el pipí que se les escapa a los perros cuando los sacan tarde y mal. La vecina del quinto deja pasar a los Testigos de Jehová y a los que dicen que son de Telefónica. Es decir que en resumen se ha prescindido de un puesto de trabajo plenamente justificado y rentable.

Está claro que las memorias de la niñez no tienen ningún interes. Tal vez si el asesino psicópata que me encontré las navidades de... no sé, ?1970?, cuando tendría yo 9 años, si me hubiera metido el cuchillo que blandía, que hacía un pie de largo, entre pecho y espalda, tal vez -digo- entonces tendría algún interés. Pero, "pies" para que os quiero, me escurrí como una sardina y salveme. Los exhibicionistas eran inocuos. Bien pensado, ahora que lo digo, pienso que es mucho mejor que aun crío lo mate un asesino en serie que un automovilista que se da a la fuga. Bueno, no sé. No he dicho nada. No quisera ser de los que son capaces de empeorar, lo que parece que no se puede empeorar, con sus comentarios. No es por decirlo, pero yo era la que más corría en mi calle. Sólo me ganaba el Javi, que era menor que yo, rubio como el trigo. Nos peleamos infinidad de veces, como gatos. Siempre me dejaba la marca de su arco dental en el antebrazo, en el único lugar donde yo tenía algo de carne. Manía que tenía. Yo le daba unos guantazos que no sé como no lo dejé medio tonto. Y patadas, que siempre tuve más fuerza en las piernas que en los brazos, como mujer que soy. Servidora iba al colegio no una vez, sino dos. Es decir, que cuando iba al colegio a las 9 y a las 3 lo hacía dos veces. Cuando volvía, a las 12 y a las 6, no. Y eso porque como iba corriendo me sobraba tiempo y daba dos vueltas. Mi madre me obligaba a llevar el abrigo ni que fuera colgado del brazo. Manía que tenía. El día que finalmente me lo puse, y seguramente no porque tuviera frío sino más bien para que no me estorbara, porque yo frío no tenía nunca, las mangas me quedaban ya por el codo. Mª José Bagüeste, a quien le añadimos el mote de "el culo te hace peste", desagradable donde los haya, también corría mucho, pero yo era más larga que ella. Le sacaba una cuarta. En el juego de las gomas nos quedábamos solas y la distancia respecto a las otras niñas era tanta que sentimos la soledad de los vencedores aunque solo fuera en eso. Mª José iba al colegio del amor de Dios, que era mucho mejor visto que ser del de las Dominicas. Cuando nos hicimos amigas de Elena Díaz, aunque iba a las Dominicas, hicimos lo que se dice una excepción que confirmaba la regla. Pero cuando mi hermano se casó con una mujer que había estado escolarizada con esas hermanas, ya tuve que dejar correr mi animadversión, que era la de la mayoría de las amigas de la calle. Con las niñas del Colegio llamado "Madrid", que era "estatal" (público), no teníamos mucha manía, ni con las del "Jesús, José y María", pero a las niñas de las Dominicas... ni el pan. Las cosas eran así. Los uniformes hacían mucho para ayudar a distinguir una niña imbécil de la que no lo era. Yo diría que no me gusta pero que nada el color azul marino (quitando el azul Prusia), ni el color marrón (quitando algún tono del Siena muy quemado) por culpa del asqueroso uniforme de las colegialas de las Hermanas Dominicas y los calcetines que llevaban las niñas del Amor de Dios. No teníamos nada contra las monjas, era contra las niñas. Sus humos.


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17.2.10

El Paleolítico Superior (I/III)

a imagen corresponde al barrio en el que me crié, pero puesta justo 90 grados a la izquierda o a la derecha de como en realidad aparece. Tanto da. Ya se sabe la dificultad que tenemos las mujeres para interpretar los mapas. Aparte de eso, me gusta probar escorzos e inversiones. A veces en los talleres de los pintores los cuadros están apoyados en una posición en la que nunca serían expuestos, pero precisamente ahí se les ven muchas cosas que mis asombrados ojos no distinguirían en otras circunstancias ambientales. Está claro que en los museos y en las galerías de arte no nos dejan invertir los lienzos. Pero, gracias a Internet, eso es factible. Por ejemplo, uno de los cuadros de Turner sobre Venecia que más me gusta, lo suelo mirar invertido. Por la misma razón o alguna razón parecida por la que de niña pasaba horas con los pies apoyados en la pared (en yoga es un asana y se llama viparita karani y es ideal para descansar). Imaginaba que el techo era el suelo. Tan blanco. Otro mundo se me descubría.


Normalmente no somos conscientes de la fuerza de la gravedad y ya no digamos del heliocentrismo o del sentido en el que giran las cosas. Las personas que siempre abrimos mal las puertas y que cuando pone push o "empujar" lo que hacemos es estirar, y viceversa, somos más conscientes de esas vicisitudes. Y cuando se me ha fundido alguna vez una bombilla en casa soy incapaz de saber en qué posición estaría el interruptor para quedar apagado hasta que la reponga. Sólo de pensarlo me dan mareos y una angustia existencial grande.

Era el invierno de 1998, me acuerdo perfectamente porque tenía una lumbalgia atroz de esas que me sobrecogían justo cuando dejaba de trabajar, porque nuestro trabajo era muy duro. Me fui a Toledo a pasar unos días. Me hospedé cerca de su judería en lo que había sido una tahona. Cerca estaba el Museo Sefardí, muy dotado y bien dispuesto. En la entrada más o menos recuerdo que había una maqueta de la ciudad sobre su colina y el torno del Tajo rodeándola con su meandro. Le pregunté a una conservadora que por allí estaba y que se había dirigido amablemente a mí que en qué dirección iba el río, que por donde bajaba. Y no me lo supo decir, pero me di cuenta de que le suscité el mayor interés, sobre todo porque le aclaré: "es que veo que la judería queda de este lado (le señalé la maqueta) y si después de haber hecho todo el curso del cauce, el agua ya llegaría más sucia de lo que sube, más que nada para lavar la ropa y usted ya me entiende".

Si yo he girado el mapa no es porque piense que estos del Ayuntamiento, buah, se equivocan, sino porque es como yo lo "veo". Una vez aclarado esto, podemos pasar al tema que nos ocupa hoy y que no es ni mas ni menos que el Paleolítico Superior. Voy a hablar de mi barrio y de mi niñez, aunque es el blog enciclopédico y casi nunca suelo hablar de lo que verdaderamente me interesa y siento. Cuanto digo es cierto, pero no hablo de cuanto me interesa. Y por supuesto en caso de hacerlo nunca lo haría cuando me interesa o me preocupa lo que me interesa. He observado que en general esto suele ocurrir y que hablan los que no saben y los que saben no hablan y dejan los temas en reposo. Yo no sé nada, pero callo lo que más me interesa por una cuestión temperamental y porque pienso que no es posible acceder a ningún tema importante directamente y mucho menos exhaustivamente. Que se escurre. Que se hace huidizo o remolón, por no decir nada de cuando viene aquél y te lo tergiversa o lo remacha sin acertar ni en el ojalillo ni en su contrachapa. Por eso es por lo que el zapatero de mi actual barrio tiene un letrerito donde se advierte: "Hoy es un día muy bonito. Ya verás como viene alguien y te lo jode".

De todas maneras, ese mapa que he girado tampoco sirve de gran cosa porque precisamente las 3 o cuatro calles en que discurrió o transcurrió parte de mi niñez ya no existen. O existen pero están remodeladas, con bloques nuevos y un trazado en el que no se puede reconocer el antiguo:

"El barrio se dispone entorno a la colina que le da nombre, rodeándolo casi completamente. La parte alta de la colina es un parque urbano, en concreto el más antiguo del distrito ya que data de 1936. Pertenecía a la finca de Can Peguera, y se trata de un frondoso pinar natural, coronado por un mirador y una gran cruz. Al principio de los años sesenta la extensión del parque se vió reducida a causa de la rápida construcción de viviendas, en base a un plan parcial típico de la época predemocrática, con una urbanización sin servicios y con viviendas de mala calidad. El derrumbe de un edificio el año 1990 por causa de la aluminosis fue la confirmación más contundente de las deficiencias mencionadas, y resultó determinante a la hora de concienciar a los ciudadanos y las administraciones de la necesidad de emprender la remodelación de éste y de otros barrios con problemas similares. La empresa pública REGESA ha llevado a cabo, desde entonces, la renovación total o parcial de las viviendas de la zona" (Ajuntament de Barcelona)

Además de señalar el archisilabismo tecnócrata con que nos aburre la prosa municipal del tercer párrafo, es digno de ser remarcado el término "predemocrática" para referirse al tipo de construcciones que se hicieron a finales de los años 50. Si bien es cierto lo de la falta de equipamientos y la baja calidad de los materiales de construcción, no veo ninguna particularidad con respecto a otras urbanizaciones y obras públicas que se han hecho posteriormente en nuestro país en plena democracia (pabellones deportivos que se desploman, plazas que se inauguran hasta dos y tres veces, obras de ingeniería que están condenadas a sucumbir con un par de chaparroncitos de otoño, tuneladoras temerarias, etcétera).

Romà Sanahuja Bosch, el constructor de las viviendas del Turó de la Peira en pleno desarrollismo se ha visto en cierta manera redimido con la medalla Josep Trueta al mérito sanitario a su hija, una benefactora de la Oncología, que le ha dedicado a su papá y a su mamá una unidad de cáncer de mama en uno de nuestros superhipermegahospitales de la pijociencia. Los Sanahuja tienen una de las cinco o seis mayores fortunas de España. Que conste que no diría nada de esa "redención", puesto que ni los padres tienen la culpa de lo que hacen sus hijos ni los hijos tienen la culpa de lo que hacen sus padres. Pero como la unidad antedicha está consagrada a Romà Sanahuja y a su esposa, no puedo dejar de subrayar el parentesco y una más que dudosa rehabilitación del capital ganado sin demasiados escrúpulos pero gastado con un cupo de entrañable filantropía. También me refiero al caso puesto que nos estamos remontando al Paleolítico Superior y al mapa del tesoro de mi infancia.

La calle Montsant, el tramo limitado entre las calles Aneto y Montmajor, era la calle donde yo pasaba "las claras tardes de estío" y algún que otro ratillo de entretenimiento. En aquella época predemocrática preconstitucional del Paleolítico Superior los niños podíamos jugar en la calle. Había algún exhibicionista y algún asesino psicópata, pero nunca ocurrió nada que lamentar.


"El parque" (Víctor y Diego, 1975)

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16.2.10

Post 395: Sine nomine

Las tentaciones de San Antonio (H. Bosch, ca. 1515)

omo complemento al post previo titulado "El caso del clavicordio", pero sin querer agotar el tema, cosa que sería (además de imposible) kafkiana, hay que proseguir con la fauna y la flora de la administración pública. Creo que cuando Laila me sugería qie "hablara de todo" y que no me limitara a tratar sobre los comisionistas, los tarugos, los que roban, los que no pegan golpe y se pasan el día en el bar o en los pasillos o al teléfono, lo que me estaba sugeriendo es que hablara también del clientelismo, del ostracismo malicioso, el mobbing o movienda y otras perlas que el funcionariado conoce.

Para ir situando el tema, tendré primero que prevenir contra una falsedad o inexactitud que circula incluso entre gente que se supone bien informada ante los demás y por los demás. Hoy mismo, esta mañana, he oído en una tertulia radiofónica cómo un periodista -que goza de mucho prestigio y al que creo que se le tiene más temor que respeto o afecto- afirmaba, como en medio de una inspiración fulminante, que Josep Montilla estaba en la "cúspide de su carrera funcionarial". El actual presidente de la Generalitat de Catalunya es, como muy bien dice la Wikipedia, un "político español". No es un funcionario.

La carrera "no funcionarial" sino "política" de Josep Montilla no tiene ninguna particularidad puesto que como él hay muchísimos políticos que han tenido acceso a puestos de responsabilidad y hasta de planificación sin apenas poseer una formación ni universitaria, ni empresarial ni de ningún tipo. Antes de seguir adelante quiero hacer constar que no creo que una carrera universitaria habilite per se para desarrollar las funciones de un cargo. Per se no. También quiero hacer constar la sospecha de que tal vez el prestigioso periodista ha querido deslizar emponzoñadamente la guasa de que Montilla es mediocre y -como se suele decir- un "bien mandado". Alguien gris y servil. Será, pero un funcionario propiamente dicho no lo es. Para ser funcionario hay que participar en unas oposiciones y superar unas pruebas a veces inhumanas que son públicas de cabo a rabo. En la administración pública hay personal laboral (poco, la verdad), personal funcionarial que ha superado bien unas oposiciones o varias, y políticos. A los funcionarios se les puede expedientar y hasta sancionar, pero es raro que pierdan su plaza "en propiedad".

En los últimos años en la administración pública se va notando, "eso sí", como diría Anne Igartiburu, que los puestos "a dedo" o políticos son cada vez más numerosos y hasta van "blindados". Se blindan en periodo electoral. Pactos. Amigos de diferentes sectores de la administración me comentan además que se observa cada vez más que cada vez esos cargos políticos "bajan" o descienden más en el organigrama. Es decir, cada vez llegan más nombramientos políticos a cargos que antes eran técnicos y que por lo tanto se confiaban a funcionarios que habían hecho su carrera en la función pública. Como en todo ecosistema más o menos natural esa alteración de las condiciones repercute, válgase la redundancia, en el funcionamiento normal. Y el panorama queda bastante enrarecido por los favores debidos, la disciplina de partido, las estrategias de poder, la distribución de las partidas presupuestarias, pactos de sectorialización y -si cambiamos de tercio fenomenológico- por viejos rencores y animadversiones, vulgo "envidia". Que valores como la jerarquia se vean distorsionados por la estabilidad y la inestabilidad laboral, da mucho de sí. Un asquirri total. Con todo ello no me vengo a referir a que los señores que están en la "cúspide de la carrera funcionarial" deban favores, o cumplan servilmente la disciplina que le marca el partido, o que sigan estrategias de mando, ataque y derribo o que se distribuyan arbitrariamente las partidas presupuestarias, los "pufos" arreglados, las subvenciones, etc. No, no, lo que quiero decir es que los funcionarios que han hecho sus oposiciones y han superado los procedimientos de selección públicos se ven a merced de una parte de la fauna civil que no siempre es la mejor, o la más preparada, o la más autorizada. Incluso alguno hay que tiene, perdóneseme la zafiedad, un cojón hipotecado.

Entonces, dicho esto, y obviado el tema del clientelismo (repugnante donde los haya), tal vez no hará falta explicar por qué hay mobbing o el ostracismo de toda la vida, por qué a quien tuviera ganas de trabajar se las quitarán. O bien se apropiarán de su trabajo, cosa que no se me negará que está a la altura del tríptico infernal de El Bosco o un sueño de Quevedo.

________________________
La letra capital reproduce el martirio de San Lorenzo en una parrilla. Pertenece a un gradual dominico italiano del siglo XV y se encuentra en el Victoria & Albert Museum de Londres (MSL.1963/3691)


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14.2.10

La venda de los ojos

Última secuencia de “Some like it hot” / “Con faldas y a lo loco” (Billy Wilder, 1959). Osgood y “Daphne”


Una máscara vino disparada hacia mí.
—¿Eres tú? — me preguntó misteriosamente.
—Yo soy —le respondí, seguro de no mentir.
—Conocí el dominó; pero esta noche es imposible; Paquita está ahí, mas el marido se ha empeñado en venir; no sabemos por dónde diantres ha encontrado billetes.
Mariano José de Larra, El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval.
¨
Pasan naquesta vida
cousiñas tan estrañas,
tan raros feitos vense
neste mundo de trampa;
tantos milagres vellos,
tan novas ensinanzas,
e tan revoltos allos
con nome de ensaladas,
que non che digo nada…
Pero vaia!
Rosalía de Castro, Cantares galegos

sí como esta semana pasada decía que no incluía en mi blogroll las bitácoras de autores pseudónimos que además son corales, como si las dos razones se reforzaran entre sí y a mí en mi desagrado, también puedo decir que “Con faldas y a lo loco” es una película que está entre mis preferidas por lo que vale, evidentemente, pero también porque está dirigida por Billy Wilder, porque los tres actores principales (Tony Curtis, Jack Lemmon y Marilyn Monroe) me gustan mucho, y porque es una vuelta de tuerca más a la tradición del travestismo en las comedias de enredo (La fierecilla domada). Esa coincidencia de factores que además se potencian entre sí creo que se denomina “sinergia”.
En el urdimbre del guion y su peripecia  aparecen escenas memorables: unos mafiosos de Chicago que celebran una convención de amigos de la ópera (¿de qué tratarán entonces las reuniones marginales de la ONU o de otras organizaciones?) , o una escena en la playa con las chicas de la banda de mujeres jugando a pelota. U otra de las mismas chicas en el tren, en la litera de Jack Lemmon, como “Daphne”,  todas  con él preparándose un combinado de bourbon en plena ley seca, en una bolsa de las de agua caliente.  Toda una fantasía sexual. Y no la bolsa de agua caliente.
También es una gran escena la del encuentro de Tony Curtis con Marilyn Monroe en el yate de Osgood. Ahí el guion en vez de ir al clásico “al fin solos” lúbrico o a un “aquí te pillo, aquí te mato” y al no menos común “usar y tirar”, que es a lo que estaba acostumbrada Marilyn Monroe-Sugar Kane Kowalczyk (*), tiene la grandeza y el encanto de discurrir por otro recurso teatral: el de que “Junior” le hace creer a Sugar que tiene un trauma y es “frígido”. Esa palabra por regla general se utiliza para ciertas mujeres y sin embargo coloca a Sugar en el  tris de tener que emplearse a fondo. Recurre a la musiquilla de gramófono, al champagne y a la penumbra. Maravillosa penumbra. Y por supuesto a unos cuantos besos con los que poco a poco consigue derretir o disipar el trauma del supuesto millonario. Mientras  en La fierecilla domada Catalina es arisca y Petruchio  es estratégicamente grosero, aquí encontramos que Junior “seduce” a Sugar con una honda apatía nada frecuente en el sexo fuerte. La penumbra es algo por cierto que no parece existir en Facebook, donde todo está iluminado como en un supermercado o en una oficina, con aquella luz cenital de fluorescentes que lo iluminan todo por un igual y evitan las sombras. El invento, que en su origen tenía que servir para comunicar a los miembros del campus de Harvard, cada vez se parece más -al menos hasta donde yo conozco- al sitio ideal donde uno podría vender la matraca de la  lotería del final de curso del colegio de los niños, o cosas así, de compromiso, si no fuera tan virtual.
Una secuencia brevísima de “Con faldas y a lo loco” está en la famosa escena de Osgood y “Daphne” bailando un tango un poco aflamencado, en el hotel de la convención de mafiosos. Ya está todo recogido y parece que bailan en el jardín, no en el salón. La secuencia muestra la orquesta tocando con los ojos vendados. Es llamativo, por su brevedad y porque tal vez es una prueba de la discreción de la orquesta que se ha quedado con la pareja a solas, y no una prueba de su maestría. Excluyo significados masónicos. Recordamos el cliché de Mozart tocando el piano a los 3 años con los ojos vendados, sin embargo. O el pianista de “Eyes wide shut”/”Ojos abiertos de par en par” (Stanley Kubrick, 1999). Los músicos tocando con los ojos vendados es una secuencia brevísima, como aquella de “Katyń” (Andrzej Wajda, 2007), en la que se nos muestra casi en un parpadeo la relación que hay entre esa historia y la de la obra clásica de Antígona. La venda de los ojos no obstante  ha quedado relegada a los secuestrados y los torturados. Apenas hay quien sabe que la alegoría de la Justicia la representa con los ojos vendados para mostrar su ecuanimidad y objetividad, su no sujeción a lo aparente. A veces podemos creer pero no confiar. Por el contrario, con respecto a la Justicia, casi todo el mundo sabrá que Cupido se representa en el imaginario popular con los ojos vendados porque el amor simplemente es ciego. Discapacitado visual.
En nuestra época el Carnaval está bastante adulterado y ya no digamos el antifaz, cuyo terreno ha sido invadido por las gafas de Gucci que se ponen las cantantes cuando se quedan viudas para que las dejen en paz, por las Rayban de los policías de las películas estadounidenses de la América profunda y por las de los conductores de autobús, con las que lejos de imponer una imagen aerodinámica y como de controlar la situación parecen moscas de ojos compuestos y abultados abdómenes. Ya  parece imposible sí que la gente use el anonimato que confieren la máscara o  el antifaz o el de los productos de la web 2.0 con elegancia. Para ponerse un antifaz o usar un pseudónimo no hay que ser el Zorro o Milady de Winter, que eso sería pedir mucho, pero sí que hay que tener -en mi modesta opinión- una cierta gallardía. La misma que hay que tener cuando no queremos callar pero no podemos hablar. O hablamos o callamos, pero todo no puede ser. “Nadie es perfecto”.
Por todo ello, es providencial o sino será sinérgico que este año  la celebración de  San Valentín o Día de los Enamorados y Carnaval hayan coincidido, dado que el enamoramiento es la suprema mentira. Mientras esto escribo me voy cambiando mensajes en el Gmail —sin el carajo del Buzz— con una amiga que está elaborando el texto de un proyecto de investigación y que ya lleva en el ajo el tiempo suficiente para saber la mucha imaginación que le tiene que poner —más que la que hay en los talleres literarios del Ateneu Barcelonès, por supuesto— y eso contando además con lo desmemoriados que tienen que ser los evaluadores que se leen los proyectos.

TRACK DE REGALO: The masquerade (The Carpenters)

(*) En lo que llevamos de *ALFB ya llevamos una  Kowalczyc y dos Kowalskis (Marlon Brando en “A streetcar named desire”, Elia Kazan, 1951, y Clint Eastwood en “Grand Torino”, 2008). Se están ganando un post.

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13.2.10

"Dominar" en albanés (Zotero)


Otra guía más completa: Zotero - Guía de Uso  [Internet] Barcelona: Varium;  24 de febrero de 2010 [Consulta:  11 de enero de 2013].  http://www.scribd.com/doc/27389301/Zotero-Guia-de-Uso

“Dominar” en albanés

o no le he sabido encontrar la utilidad al Facebook de la Universidad de Harvard, al Twitter y ya no digamos al Buzz que se ha impuesto sin que nadie lo llamara a los que utilizamos Gmail.  Para quitárselo de delante no hay más que ir a la configuración de la cuenta y ocultarlo en “Etiquetas”. Sí, está en “Etiquetas”. Creo que  Facebook para organizar una cena de más de 5 personas es ideal. Y es que he observado que cuando se intenta hacer por el correo-e convencional siempre se queda alguien fuera que se presentará en el restaurante un día después o una hora antes. También creo que es útil para concertar el contenido de la reunión de una comunidad de propietarios. Para cosas por el estilo. Del mal uso que se hace o del abuso prefiero no decir nada.
De todas las cosillas de la web 2.0 y pico, tal vez las tres que me parecen más útiles son Delicious (para gestionar los marcadores favoritos), el RSS -que comenté muy superficialmente la semana pasada- y Zotero. Zotero en albanés significa “dominar, poseer”. Zotero, explicado también de una manera muy superficial, es un gestor bibliográfico que va más allá de tener en una base de datos los registros de libros y artículos que coleccionamos. Zotero está integrado en el Firefox, se sincroniza estemos donde estemos y permite bajarse los registros de libros de bibliotecas o de librerías como la de Amazon, vídeos de Youtube, fotos y diversos documentos. Captura los metadatos, los graba y nos los mantiene en su orden en un clic o dos.
Para usuarios avanzados yo sólo añadiría que lo que lo hace muy interesante es que puede bajarse documentos en pdf, que son bastante engorrosos de archivar, capturar sus metadatos para no tener que recrear una descripción y exportarlos a otras bases de datos o bien integrarlos con un plug-in en el procesador de textos Word.
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12.2.10

Los chorros del oro

Lexikon 80 de Olivetti (Marcello Nizzoli, 1887-1969)

Post dedicado a Al Aviador Capotado

“El teclado QWERTY es la distribución de teclado más común. Fue diseñado y patentado por Christopher Sholes en 1868 y vendido a Remington en 1873. Su nombre proviene de las primeras seis letras de su fila superior de teclas.”

Laila ha leído el post sobre el clavicordio y me dice que hable también de “lo otro”. Mujer, tu fe te ha salvado. Hablaré de lo otro. Del ostracismo y la explotación, del mobbing y el moving. Pero será a su debido tiempo. Hoy toca hablar de los chorros del oro. Del “dar esplendor”. Siempre se ha dejado a Nebrija a caer de un burro y una, aunque ya se lo figuraba, ha confirmado que había mucho de envidia y un poquitín de ignorancia, puesto que cuando se lee la historia de la lexicografía europea hay que reconocer que ahí estuvimos bien. La Champions League. A mí del lema de la Academia y sus academias siempre me ha interesado la tercera parte: “dar esplendor”. Y que conste que sé que es mejor un buen barrido que un mal fregado, como todo el mundo sabe. Pero lo de “limpiar” y “fijar” suena a lavarse los cabellos con Mistol o maquillarse con Aguaplast.
Tengo las de perder, como en casi todo, pero yo erre que erre. ¿Qué hay detrás de Santiago Espot? No Spock, no: “Espot”, el de Catalunya Acció, el que delata a colmaditos que tienen un cartelillo en español y denuncia a una pequeña mercería de barrio porque tiene un letrero hecho a mano que pone “no se cambian bobinas”. Me pregunto también de dónde sacará el dinero una pequeña mercería de barrio para pagar la multa de 1200 euros. Es mucho. Cuando escribí  “El fracaso” y otros nombres yo no sabía el monto de la multa:
“De hecho, según la Ley 1/1998, de 7 de enero, de política lingüística, las empresas y los establecimientos dedicados a la venta de productos o a la prestación de servicios que desarrollan su actividad en Cataluña, sin excepción, y aunque tengan los servicios organizados desde fuera, deben tener los rótulos fijos por lo menos en catalán (art. 32.3). Y para el que incumple la ley, hay una multa que no sé a cuanto asciende pero que debe ser claramente disuasoria para quien tenga veleidades rotuladoras. La política lingüística es eso, política.”
Ahora ya sabemos que la multa es de 1200 euros, que es mucho -insisto- para un pequeño negocio.  Hay que añadir, para quienes no viven en Barcelona, que en los barrios muchos negocios ya van siendo solo una actividad para emigrantes chinos, pakistaníes y peruanos.  Y que hacer caballitos en una moto puede salir por 300 euros. Les agradecería mucho que alguien dijera al cabo de este post cual es la multa por conducir ebrio. Pero, claro, esto de las multas debe de ser algo cabalístico, sujeto a unos cálculos numerológicos arcanos que se me escapan.
¿Qué hay detrás de Espot? No me refiero a su financiación, no. Tampoco me refiere al  viejo chiste aquel del hombre inteligente y la mujer sorprendida, por razones obvias. Me refiero a qué es lo que vendrá después de lo de las multas. Si alguien tiene la curiosidad de asomarse a la página web de Catalunya Acció verá que en lugar preeminente se lee:
 
Esto es: “HABLEMOS BIEN. No es bloc. Es blog. No hay espoli [expolio]. Hay espoliació. “Per a” delante de infinitivo. Otros artículos”. Son enlaces a los temas respectivos. Yo no tengo ninguna duda que el prurito normativista o prescriptivista de Espot y tutti quanti está directamente relacionado con el ánimo que mueve sus delaciones contra pequeños comerciantes. Al parecer ascienden a 3000.  Son 3.600.000 euros de recaudación.  El desagrado o resquemor que les produce a estos señores un letrerito hecho a mano donde se lee “no se cambian bobinas”, que es a su entender un signo de “imperialismo españolista”, se lo produce también el uso de la palabra “bloc” en vez de blog, que es la verdadera.  La intolerancia ortográfica está tan asentada en nuestra sociedad que en pocos años se ha conseguido que nadie diga “bocadillu” (bocadillo) y que todo el mundo diga entrepà, que es como tiene que decirse en catalán.  Hasta donde yo sé, la presión normativista en Galicia no es tan incuestionada, y muchas personas capaces de emplear con éxito el gallego normativo, usan su dialecto comarcal (de su “bisbarra“) y la gheada a voluntad. Esto es o debe de ser por la misma razón por la que yo le digo a mi madre “pásame la pinza” en vez de “¿Me podrías por favor acercar la pinza de colgar la colada, venerada progenitora? Porque el lenguaje familiar lo sentimos como algo más cercano. Por mi parte, a mí me es igual decir “bocadillu” que bocadillo que entrepà que sandvitx. Lo mismo me da que me da lo mismo. El indepentismo me parece legítimo (aunque yo no lo quiera), pero lo que no me gusta es que haya quien se pueda creer que el lenguaje es eso, imponer normas.
El otro día escribí ahí detrás, en los comentarios, “gravar” y “gravación”. Era por influencia del catalán.  Errores de estos son frecuentes en los que vivimos en territorios bilingües. ¿Qué menos? Así es que  estoy entre la espada y la pared y no sirvo para escribir en español ni para nada. Si algún día los independentistas prescriptivistas se salen de madre  y toman posiciones entonces tendré que dedicarme a otra cosa. No a escribir un blog. Al fin y al cabo, me digo,  el silencio es de donde más significados se puede extraer.
Además de mis dificultades para acatar normas caprichosas y no, tengo mis dificultades con una serie de palabras que siempre se me resisten. Son las siguientes:
  1. Franquicia,
  2. Acanto, y
  3. Puntal
Se dirá que sin esas tres palabras bien se puede pasar. Tentada me he visto de tenerlas ahí en el blogroll listas para cuando las necesite, para no verme arrojada de tanto en vez contra ese abismo  o desasosiego de tener una palabra ni siquiera en la punta de la lengua. Con los años supongo que la lista se irá ampliando, de la misma manera que -por la famosa ley de la compensación- tendré mi lista de palabras comodín. cada vez más crecida.  Son aquellas palabras o frases a las que acudir en momentos difíciles. De la misma manera que Isabel Preysler torea las impertinencias de algunos reporteros diciéndoles con una sonrisa muy matizada “Estupendo”, yo me he ido incorporando a mi librillo de maestrilla frases como “No me lo puedo creer” (cuando una situación me coloca en el tris de llegar a la maldición) o “Como aquel que dice” (para señalar una deliberada imprecisión y la impaciencia). “Como aquel que dice ya cobramos”. Aunque parezca que no, estas frasecitas trasladan mi posible enojo o incomodo a un cliché que es tan mío que nadie advierte. Y es que al fin y al cabo lo que estoy haciendo es trasladar el significado de la frase “la madre que te parió se quedó bien descansada” a la frase “no me lo puedo creer” y evito males mayores. Por la misma razón, hace unos años, cuando compartía oficina con 3 mujeres más y veía que el ánimo decaía (nuestro trabajo exigía silencio total), les decía sin apartar la vista de los papeles:  ¿Hoy viene el manicuro?” o “¿Ya habéis reservado pista?”. Y es que al otro lado de la autovía había unas pistas de tenis, pero está claro que nadie pensaba en jugar.
Precisamente, advierto que el catalán -lengua que me parece preciosa y que hablo, escribo y leo casi como mi lengua propia pero mucho mejor que el gallego- está bien provisto de esos modismos para salir del paso y no comprometer demasiado ni el cuerpo ni el alma. En una conversación en catalán puro, no en ese engendro normativista que propone mister Espot y esa gente, es aún común oír diálogos salpicados por frases cuya única utilidad es dar a entender que te das por enterado o cosas así. Son por ejemplo: “I ara!”, “Ja ho pots ben dir”, “I tant!”, “Què hi farem?”. Son frases que no cambian nada ni aportan gran cosa pero que muestran la atención y una cierta adhesión. Son joyas de la comunicación que se están perdiendo, por lo menos en la ciudad. También son trazas de una actitud muy civilizada, muy fina y muy segura, del seny.
Así es que entre mi uso metafórico de algunas joyas de la expresión, mis desacatos, mi baile ortográfico, la obsesión por escribir como hablo y por no hablar como se escribe, y mi manía de dar esplendor aún a costa de llevar la sintaxis al límite, comprendo que a veces no me entiendo ni yo misma. Pero fíjense  en esa gente que lo entiende todo tan bien, con tanta claridad, que nos van a llevar por el camino de la amargura.

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8.2.10

El caso del clavicordio

Plato Coalport-Simpson

Hace unos días el Crítico Constante dedicó un post al ocio y al tiempo libre que me recordó lo mucho que puede dar de sí la jornada laboral de algunos empleados públicos o asimilados que todos conocemos. En mi propia experiencia la palma se la lleva (hasta ahora) el caso de unos “compañeros” que fueron amonestados y expedientados por ser pillados haciendo el amor mientras hacían horas extraordinarias o cuando hacían horas extraordinarias mientras hacían el amor. Mi competencia en español y en el régimen estatutario por el cual se reglamentan nuestros derechos y deberes es insuficiente para determinar el orden correcto del planteamiento. Lo que si puedo afirmar es que hacían horas extraordinarias, etcétera, y que no se trataba de un hecho excepcional e impremeditado.
Al lado de este caso queda eclipsado el del subalterno que dormía las monas en una camilla de urgencias o una falta muy común como la de ir al comedor del personal vestidos con la ropa del quirófano. El hurto y el robo de pequeño material fungible y hasta inventariable o la dedicación del tiempo de la jornada para gran variedad de quehaceres incluso lucrativos que nada tienen que ver con la función propiamente dicha que tiene asignada cada cual, eso queda totalmente integrado como algo incluso natural. Y como un signo de  veteranía. Otro valor mal llevado de las organizaciones decadentes y degeneradas. El hecho de que los compañeros funcionarios utilicen sin ningún género de rubor sus móviles durante el curso de la jornada y para cuestiones a todas luces nimias y de una pésima organización doméstica, no impide que se siga utilizando la línea fija -incluso simultáneamente- para ocuparla con cuestiones relativas a la comunidad de propietarios, la reserva de un hotelito rural o cualquier otra labor que se podría compatibilizar con la vida privada por cuanto el horario lo facilita, más si como les digo lo normal  es que la parte de la plantilla que hace gestiones durante su horario de trabajo suele llegar tarde, tiene por costumbre irse antes de su hora y emplea media hora para un café antes de ponerse a trabajar y una hora entera o más para el desayuno o la merienda a mitad de la etapa. Cada falta por sí misma y aisladamente, sin que adquiriera la cadencia del hábito contumaz, podría pasar por ser irrelevante y hasta higiénica, pero no es así.  Quien hace una hace ciento. Para el que desconozca estas usanzas habrá que aclararle además que por un efecto mucho más sólido que el de las alas de mariposa, los que se dejan arrastrar por el cumplimiento del horario se verán inexorablemente abocados a atender funciones que no le corresponden y a estar más expuestos a todas las dificultades que puede acarrear el trato con el público y no tendrán más remedio que asumirlas a no ser que tengan por la mano retraerse poniendo  todo lo que tienen de inteligencia en hacerse el tonto. También habrá que explicarles, a los que no saben  donde pisamos, que en nuestra administración pública se fortalece una conducta muy característica que es la del que ni trabaja ni deja trabajar y  lo poquito que hace lo vocea y lo infla tanto que casi preferiríamos que no hiciera nada. Hablo de la corrupción en pequeña escala y no digo nada de los comisionistas, los tarugos, etcétera, que eso ya son temas mayores.
Yo puedo afirmar que nunca he roto un plato. Copas sí, decenas, sobre todo de cristal. De ahí esa ostentación que hago de una magnífica pieza de porcelana de Coalport que encontré en internet. Cuando trabajaba en  el Hospital de B. substraje dos cosas:
1) una percha de sonda vesical (de alambre) que le pedí a la supervisora de una planta, y
2) uno de los ejemplares del diccionario Collins, que me llevé de la Biblioteca cuando se la traspasaron a la Universidad de Barcelona.
La percha no debía valer ni 50 pesetas y no es posible comprarla por ahí en los circuitos comerciales. Por lo menos a los que yo tengo acceso. El Collins me lo había hecho mío y lo tenía como si dijéramos “tuneado” con chuletas, anotaciones y post-its varios. Aparte de eso no se me puede imputar ninguna otra falta como las que he apuntado. He llegado tarde al trabajo unas 4 veces en más de 25 años de servicio. He salido más tarde de mi hora otras tantas, tal vez 10, siempre porque me habían puesto un ordenador nuevo que había que ajustar, o por recuperar el tiempo perdido en el dentista, etcétera. Me parece tan deshonesto irse pronto como irse tarde, hacer de menos como de más. Si bien es cierto que alguna vez he atendido mensajes de correo electrónico estrictamente privados, también puedo decir que con ello no he perjudicado mi rendimiento ni el de las personas que compartían el mismo espacio que yo ocupaba.
Pero un día hice una tontería que fue lo suficientemente estúpida como para que se desprendiera de su propia estupidez mi inocencia o mi ingenuidad. Le llamo el caso del clavicordio. Había una vez… una mesa. Una mesa como la de la foto que enlazo, un poco más aparatosa y con las patas originales, que  las de la foto son postizas, creo. La habíamos retirado de la Biblioteca porque nos habían traído otros muebles y no cabía. Estaba fuera en la entrada y no acababan de venir a retirarla los de Conserjería.  Para no dar pistas diremos que en la Conserjería había gente buena y gente mala (o vamos a suponer que todos eran lo mismo, para no señalar, que está feo, y luego, como se suele decir, Dios ya distinguirá quienes son los suyos). Pues la gente mala eran como sátiros que me insinuaban que la retirada de la mesa, que ya llevaba unos 9 meses en su rincón) dependía de lo complaciente que yo pudiera llegar a ser a mi vez.  “Amor con amor se paga”. Excuso decir que a la tercera insinuación abandoné la idea a la espera de encontrar alguna solución de las que siempre surgen si una está atenta a las ocasiones. La mesa estaba allí como un mamotreto o catafalco. Por entonces yo conocí un estudiante de Medicina que en realidad estudiaba más música que Medicina, pero que era bastante listo y se lo sacaba todo sin esfuerzo.  El estudiante, estudiaba clavicordio y canto. Tenía voz de barítono e incluso un día en el bar me cantó su parte en “Là ci darem la mano” (Don Giovanni). El muchacho tenía un aspecto verdaderamente donjuanesco. A mí me interesaba más lo del clavicordio, un instrumento que también tiene su qué mefistofélico, si nos ponemos a decir. Una cosa llevó a la otra y accedí a que él y otro amigo se llevaran la mesa para el clavicordio. Vinieron en un Renault 4 de color beig o gris claro a eso de las 5 de la tarde, que es cuando yo cerraba y quedaba todo desierto. Ataron la mesa patas arriba en la vaca con unas cuerdecillas  de cáñamo y tomamos lo que ahora me parece es la autopista del litoral. Llena de camiones. Yo iba en el asiento del copiloto y en un momento dado se me ocurrió mirar por el retrovisor la carga. Se tambaleaba ostensiblemente, así que no volví a mirar aunque todo me empezó a dar como vueltas. Me apeé en la Diagonal, por los jardines de Pedralbes, y ellos dos siguieron con la mesa hacia su destino. Al cabo de una semana me vino a ver el Jefe de Seguridad del Hospital, con quien me llevaba muy bien, y ahora a toro pasado me doy cuenta del tacto que tuvo para preguntarme si me había vuelto loca y si no sabía que aquello era robar. Le expliqué lo de Don Giovanni, los sátiros de Conserjería, y nada le vino de nuevo. Gran persona. Sin embargo me tuve que comprometer a devolver la mesa, para lo cual mi amigo tuvo que alquilar una furgoneta. Más tonta y no nazco.

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