28.7.24

Madre




or razones que se me escapan alguna vez que salimos mi madre y yo por el centro nos confundían con inglesas. Cuando Crown ya estaba jubilada y yo disponía de más tiempo, en verano, nos íbamos al centro y  comprábamos un helado artesanal grande. Y cuando menos lo esperábamos se acercaba alguien y nos hablaba en inglés. Pero no porque no supieran hablar en español, que también, sino porque se pensaban que éramos turistas inglesas. Tiendo a creer que esta confusión se debía al hecho de nuestra diferencia de estatura, cosa que es muy inglesa, y a sus ojos verdes. Con brillo de faca.

Así como hay gente que cuanto más se arregla más vulgar resulta, tanto mi padre como mi madre, "con cualquier cosita" parecían gente importante, gente con un nivel social y alta cuna. Una vez fuimos los tres invitados a casa de un familiar y tenían la foto de boda en febrero de 1957 al lado de otra foto de boda más o menos de esa misma época. Prometo por la gloria de mi canario que debo decir sin atisbo de soberbia alguno que parecían unos catetos y unos paquetes al lado de mis padres. Mi padre llevaba una gardenia en el ojal y mi madre llevaba un vestido de cuello vuelto y mangas tres cuartos que a los 14 años me probé y no me pasaban de la muñeca. El corpiño estaba un poco abullonado y hacía destacar una cintura fina. Seguramente se lo confeccionó alguien que cosería para la que fue su jefa durante los años de soltería en Barcelona, la Sra. Tardà, que aún vive. 

Tenía los brazos estilizados, como sus hermanas. Cuando en su último año de vida perdió peso y musculatura, porque estaba sarcopénica perdida, los brazos parecían aún más delgados, como ganchitos. El contraste entre sus miembros le daba un aire muy femenino y casi siempre contó con una buena salud y gran fortaleza. Las señoras de la piscina quisieron sacarla en la tv cuando la conocieron, que fue cuando se retiró y pudo empezar a hacer natación. Y es que Crown desde los 30 y muchos empezó a ir a Collserola a caminar. Hacía la misma ruta, de unos 12 km, de buena mañana. A veces tomaba la carretera que sube al cementerio cuando aún era de noche y empezaba a apuntar el alba. Hubo días que hizo el camino dos veces: una por la mañana y otra por el mediodía. No corría pero tampoco paraba, era como un tanque. Las señoras de la piscina se daban cuenta de que con nadar, luego comer algo e irse a la montaña, volver y ponerse a hacer las cosas de la casa, sin sentarse hasta la comida, que era una atleta o poco menos. 

Un día, cuando ya tenía 82 años, me dijo que le había costado mucho dar toda la vuelta a la montaña. Y ya había dejado de ir a la piscina porque los cambios de temperatura ─las instalaciones de entonces no estaban bien aclimatadas─ le provocaban lumbalgia. Le dije que entonces tenía que acortar el recorrido y que era mejor hacer dos paseítos, en vez de jugárselo todo a la mañana. Lo aceptó con buen ánimo y se puede decir que hasta el final caminó cuanto pudo. Estas cosas le venían de familia, que mi abuelo y sus hermanas mayores también eran muy andarines.

Al lado de su buena condición física lo más llamativo, de hacerle una semblanza, sería su moderación y la modestia. Nunca le oí ni a mi madre ni a mi padre faltarles el respeto a nadie. La única vez que le oí a mi madre proferir algo parecido a un insulto fue una vez que vimos castigar un hombre a su perro con crueldad. Dijo "matón" y solo la oí yo y eso porque estaba a su lado. Su semblante no se descompuso. La única vez que sé que perdió las maneras fue por culpa de un nieto, pero vamos a dejarlo ahí. Y hay que decir en su favor ─en el favor de mi madre─ que eso fue el día que volvía de un ingreso hospitalario muy difícil, en el que hasta se le administró haloperidol ante un cuadro de desorientación totalmente justificado. Había estado sola en Urgencias 3 días con sus 3 noches. Fue durante una de las declaraciones de ola de Covid y se me negó el acceso. Al volver a la residencia fue recuperándose y su maravillosa mente volvió a su centro, desde donde nos gobernaba a todos.

La moderación y el temperamento reflexivo de mi madre se compensaban (!) con el carácter más atronado de mi padre, que obraba de corazón y fácilmente perdía los estribos si le contradecían, aunque era una de las personas que he conocido con mayor capacidad para la lógica y las matemáticas. Se dirá que no son contrapuestos, pero yo ya me entiendo. En los últimos años de la vida de mi madre me di cuenta de que ella había estado meditando muy bien lo que me decía, que se podría decir incluso que lo guionizada y que yo, que llegaba cansada de trabajar, para visitarla, apenas tenía capacidad para reaccionar adecuadamente ante alguna de sus observaciones. No eran invectivas, pero te podían dejar totalmente touchée y con los remaches alisados.

Creo que genéticamente heredé su habilidad con las manos y la inventiva, pero poco más. Si algún día reaparece en la familia su información genética creo que no lo veré. Mientras que otros somos meras repeticiones algo modificadas de nuestros ancestros ella era única, como dicen que es el gingko biloba. Una vez distinguí a mi hermano sentado en una peña en un camino de la Ínsua, una aldea de la que procedía mi abuela materna, en Fisterra. Por decirlo bien, era idéntico a mi hermano, y hasta estaba sentado igual que él se podría haber sentado allí, pero no era él. Desde entonces sé que tiene mucho de Marcote.

Lo que no explica la herencia genética se explica por la Guerra Civil, que mi madre padeció porque nació el año 1934 y hubieron años de mucha necesidad. Debido a ese panorama pienso que es por lo que siempre me alejó de mis veleidades artísticas, porque yo a los 3 años quería un piano ¡Como si fuera Mozart! Yo le decía que su sensatez era debida a su condición zodiacal bajo el signo de Tauro. Y ella decía que no era extraterrestre sino "terrestre extra". Por alguna razón estaba más bien predispuesta a mi afición al dibujo que a mis otras aficiones.

No puedo decir que la eche de menos porque siento que está conmigo o en mí, y la esperanza de mi fe me dice que si no la volveré a ver... casi.

Un día, hablando con una amiga de mi infancia, que también perdió a su madre recientemente (el 2020 tal vez) me comentó que ella también imaginaba que su madre le decía cosas y, como yo, le contestaba. Es fácil imaginar lo que nos dice nuestra madre, aunque ya no esté en este mundo, porque pasamos muchos ratos con ellas y porque llegaron a hacerse algo predecibles sus vaticinios y observaciones: "Así", "no hagas eso", "qué tontería", "dáte el gusto", "no vale la pena".

Cuando se murió no habíamos conseguido tener arreglada la titularidad del nicho familiar, donde están enterrados mis abuelos, mi padre, etc., y hubo que incinerarla. No era fácil llevar los restos a su pueblo y dejarlos en sagrado, porque su madre estaba en un nicho, su padre en otro y su hermana Loli en un tercer departamento. Y esto es porque mi abuela dijo que no quería que la movieran, a ella misma. Estas complicaciones, al lado de que no me resulta fácil llegar a Finisterre por mis medios, me decidieron a tener la urna en casa un tiempo y pensar muy bien qué hacer. No ayudaba el hecho de que Crown nunca dijo ni pío sobre qué deseaba que se hiciera a su muerte. Hubo que interpretar su silencio -como tantas veces- y tras mucho meditarlo le dije a mi hermano: creo que a ella no le hacía gracia ir al nicho de San Andrés, y que no se atrevía a darnos trabajo con la posibilidad de llevar los restos al pueblo (se dio cuenta de que era un berenjenal), por lo que la opción que nos deja es echar las cenizas en Collserola. 

Murió el 5 diciembre de 2022 y estuve un buen tiempo subiendo cada día a Collserola para estudiar el terreno, hasta que me decidí por una curva que tiene muy buena vista (desde Montserrat al Montseny) y un pino al lado de un roble. El roble brotó con fuerza este año, por las lluvias de la primavera pero, como el tronco estaba muy enfermo, de tanta hoja cedió al peso y se hundió. Al pino le voy llevando cada semana un poquito de agua y si alguien tira un kleenex entre los matorrales lo retiro con ayuda de uno de esos guantes de usar y tirar que hay en las fruterías.

En la ceremonia del sepelio, que fue religiosa pero sin misa, elegí unas piezas convencionales que tocaron una violoncelista y un pianista (Mozart, Bach, Mahler), pero para el final sonó una grabación de La Rianxeira en su versión para banda municipal. Que para eso era coruñesa, de puerto de mar y una chica de pueblo. Otra cosa hubiera sido cursi o pretenciosa.

Descansa en paz madre mía. Que Cristo, que sufrió muerte de cruz por ti, te conceda la libertad verdadera. Que Cristo, Hijo de Dios vivo, te aloje en su paraíso. Que Cristo, buen Pastor, te cuente entre sus ovejas. Que te perdone todos los pecados y te agregue al número de sus ele­gidos. Que puedas contemplar cara a cara a tu Re­dentor y gozar de la visión de Dios por los siglos de los siglos. Amén. 

9 de febrero de 1957

SafeCreative (c) *2407288905429

(Pater)

23.7.24

1957


a semana pasada se inició la exposición sobre Agnès Varda en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y en paralelo se van a proyectar algunas de sus películas en la Filmoteca de Catalunya. La exposición «Agnès Varda. Fotografiar, filmar, reciclar» es una adaptación ampliada de la muestra «Viva Varda!», concebida y producida por la Cinémathèque française de París en colaboración con Ciné-Tamaris y la contribución de sus hijos, Rosalie Varda y Mathieu Demy.

En el Álbum ya le he dedicado algunas páginas a las películas de Agnès Varda, por la que muchos sentimos por un igual admiración y afecto. He vuelto a ver en casa Cléo, de 5 à 7 (1962), sin que me distrajera el argumento (2 horas en la vida de una mujer que espera el diagnóstico de un posible tumor). Por una parte me preguntaba si Woody Allen conocería esta película de Varda cuando rodó Hannah y sus hermanas (1986). En Hannah y sus hermanas Woody Allen o el personaje que interpreta, pasa por un TAC para descartar un tumor cerebral, y sale triunfal, aunque se empieza a angustiar porque se da cuenta de que solo se trata de una especie de tregua, porque finalmente un día u otro se morirá. En Cléo, no importa tanto el diagnóstico, al que (spoiler) el médico en el último minuto quita importancia, como el ratito en el que la protagonista espera que pase la espera. Woody Allen representa un perfil neurótico, donde Cléo representa un perfil de indefensión. Son dos respuestas muy diferentes.

El catálogo de la exposición sobre Agnès Varda, la muestra con un colgante que podría ser de plata con un ancla. Incorporo al álbum una foto de la misma serie y otra de Valentine Schlegel. Al parecer cuando vivió en Sète con su familia (el padre era griego), vivieron en un bote. Allí conoció a la gran escultora Valentine Schlegel y siempre tuvieron una gran relación, que durante algunos años parece que fue también amorosa, o íntima, como se prefiera. Casualmente ha sido como he encontrado una fotografía de Schlegel en que lleva ese colgante. Nada me hace suponer si Valentine llevaba el colgante de Agnès o si Agnès llevaba el colgante de Valentine. Realmente no importa. Las preguntas a veces son irritantes.

***

Camino hacia el silencio. Por economía, ya que con este calor tampoco dan ganas de enarbolarse ni de defender según qué, pero sobre todo a sabiendas de que lo que una pueda decir tampoco es interesante ni importante. O, por mejor decirlo: ni interesa ni importa, que no es lo mismo. 

Me ha condenado al silencio el algoritmo de Google (hace mucho tiempo), pero como se ve yo sigo aquí y, en general, evito el algoritmo y solo uso la IA para traducir. Es decir, mi silencio no está determinado por ese otro silencio, aunque le de forma y me sitúe en un espacio propio.

El small talk ya me parece hasta demasiado, un esfuerzo. Al final con los desconocidos que se nos imponen durante la vida real y la virtual solo dejaría lo que la "buena educación" convencional permite y aconseja, poco más. Y, por supuesto, lo que no estoy dispuesta a hacer de ninguna de las maneras es a dar respuestas a preguntas curiosas, impertinentes ni desafiantes.

En el Álbum, incluso cuando se llamaba *A la flor del berro, ya dediqué un par de posts a las respuestas sin pregunta y a las preguntas sin respuesta, y di cuenta de mi aversión a los preguntadores. Suelo emplear como excusa mi  galleguez congénita, y bien pudiera ser de estirpe cultural, porque el gallego más puro incluso evita responder "sí" o "no", como pasaba en el latín. Pero creo que mi aversión a las preguntas es muy personal, especialmente ante su aumento. 

A veces las preguntas son, como las que surgían de los últimos bancos de las aulas, de aquellos alumnos que retaban a los profesores con planteamientos con los que pretendían desestabilizar o incomodar los consensos y llamar la atención de los de los primeros bancos. Una profesora que tuve en la secundaria me explicó una vez que los que se sentaban en los últimos sitios (más lejos de los docentes) buscaban la atención de los compañeros y los que se sentaban en los primeros buscaban la atención de los profesores. Bien pudiera ser, pero hay personajes más complejos y acomplejados. Yo siempre busqué, ahora que lo pienso, un sitio donde poder estar tranquila.

A veces los que hacen constantemente preguntas se hacen los escépticos o los perspicaces. En general no se hacen las preguntas desde una supuesta ignorancia o inconsciencia, aunque puede haberla. Los preguntistas son grandes indiscretos, no tanto porque demandan informaciones que no se les ha dado sino porque hacen ostentación de su vigor mental. Pero, como pasa con muchas habilidades mentales, se ejercita con la repetición. De alguna manera la pregunta es un alarde, es competir. Y, por ir acabando, es de "mala educación", con lo que admito que mi argumento está entrando en un círculo vicioso. Pero pienso que se entiende.

Está claro que alguna vez tendremos que hacer alguna pregunta, pero siempre será bueno desarrollarla en su forma indirecta. Hay tantas formas de convertir una pregunta directa en una pregunta indirecta, que no hace falta ni plantearlas. Hay que ver lo que cambia, de hacer una pregunta directa a hacerla indirectamente. Y es un buen ejercicio de delicadeza, modestia y prudencia.

Por deformación de las materias estudiadas durante mis años de Filología, tiendo a fijarme en las constantes con las que regularmente se despliega un texto o la comunicación verbal en general. Somos muy repetitivos (y es difícil que cambiemos). La única enseñanza que he intentado transmitirle a la generación que va después de la mía, creo que sin éxito, es que vaya variando de tema. Por bien elegido que esté un tema, es mejor ir variando para no hacerse pesados. Si gusta bien, pero si no gusta conseguiremos irritar a nuestros interlocutores. Así que es mejor ser leves y ─como con la ingesta de alcohol─ no tratar temas profundos hasta después de las cinco de la tarde.

Es bonito pensar que en algún momento el ancla significó algo para Agnès Varda y para Valentine Schlegel, hacerse preguntas más allá de ese vínculo es chismorreo.

La delicadeza con la que Varda trataba a las personas y a los objetos trasluce vivamente su propia naturaleza, que daba la bienvenida a toda posibilidad y la incorporaba con desapego, sin intransigencia, con cuidado, en pie de igualdad. Cléo tiene mucho de lo que fueron sus películas posteriores porque parece ya estar hecha de recortes. Y lo que podría ser visto por una parte como un tributo a Jean Rénoir y sus encuadres con espejos, reflejos y marcos, para mí es una forma de adoptar el fotograma, casi cuadrado, a su forma de mirar la realidad. Incluso en algún pasaje de la película tenemos a un lado el fotograma y al otro lado una vía, un poste o algún elemento que encuadra dentro de lo que es la imagen un fotograma menor.

Cléo de 5 à 7 prefigura la visión de Agnès Varda como la suma de elementos con la intención de darlos por buenos. Es una labor que tiene que ver con su oficio de fotógrafa, pero tiene mucho del alma femenina que confeccionó las almazuelas o colchas de retazos, o los collage. Como fotógrafa se dio cuenta de la fragmentación de la realidad, como mujer y como artista vio la ocasión de sumar y no por un afán coleccionista o codicioso, sino porque su bondad le permitía apreciar la armonía.

Agnes Varda (China, 1957)

Valentine Schlegel (foto de internet)

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16.7.24

Raquel (2)

Mi tía Raquel murió el 13 de marzo de 1985, a los 51 años, a causa de un tumor cerebral muy parecido al de su hermana Nieves, que falleció el año 1963. En esos 22 años la Medicina había avanzado mucho y gracias a eso mi tía sobrevivió 8 años al diagnóstico fatal y aunque perdió la vista de su ojo izquierdo y luego fue perdiendo la vista de su ojo derecho, y nunca sabremos hasta qué punto, trabajó prácticamente hasta el día 11 de marzo. Fuimos en taxi hasta la Quinta de Salud La Alianza (*), donde ingresó por su propio pie. Llevaba una especie de port-a-cath que iba liberando un analgésico, según me explicó mi madre. Pero nunca le oímos quejarse y antes bien fue entrando en un silencio impenetrable lleno de desengaños y delicadeza.

Así como los Domínguez tenemos con los años una tendencia a perder la afinación en la prensibilidad de las manos, somo bastante ilusos. De ahí los desengaños.

En realidad, perdonen que desplace el foco a mí, yo ni siquiera me hubiera tenido que llamar Marta ni Marta-Raquel, yo me tenía que haber llamado Laura, pero ese nombre lo quería ella para la hija que nunca tuvo. Y fue una gran pena para ella, que adoraba a los niños y que hubiera sido tan buena madre como buena tía. Ella hubiera podido tener hijos, pero parece que su esposo no, pero como él evitó hacer prueba alguna, nunca lo sabremos. 

Hay que decir a favor de mi tío Fernando que nos fue dando su colección de libros. Estaban bien editados, en cartón duro, y nos permitió leer los grandes clásicos de la literatura juvenil: desde La isla del tesoro a todo género de novelas de aventuras con piratas, espadachines, cruzados y por supuesto Huckleberry Finn y Tom Sawyer. Luego pudimos completar esa educación sentimental con Mortadelo y Filemón y todo el catálogo de Bruguera, Toray y el TBO, sin que yo le hiciera ascos a las cursiladas de Sissí, Mujercitas y los dramas de Dickens, mezclados con El capitán Trinquete, Enid Blyton y Guillermo el Travieso.

Nuestra educación literaria sólo es comparable a la gran cantidad y variedad de música que consumimos sin desmayo, hasta pasar de repente a Machado, Ovidio, Cortázar, Supertramp y Bach. Gran parte de nuestro bagaje literario se le debemos a mi tío y a que de alguna manera supiera que no iba a tener hijos.

La muerte de mi tía me desgarró. Fue la primera vez que tuve noción de que había perdido a alguien. Las pérdidas anteriores y las posteriores, ni siquiera las de mis padres, me produjeron un desgarro así. De hecho, cuando se murieron mis padres hasta me alegré, porque habían llegado al final de la vida y ya lo que les podía quedar no tenía ni gracia ni dignidad. Pero mi tía tenía ganas de vivir, era las ganas de vivir por antonomasia. Cuando enfermó le dijo a mi madre que haría cualquier cosa por recobrar la salud, por difícil o repugnante que resultara (la cosa).

Cuando se separó de su marido mi padre tuvo que intervenir, porque hubo algo de conflicto. Le dijo: "Deja en paz a mi hermana, porque yo iré a la cárcel pero tú irás al cementerio". Mi tío Fernando no tuvo ninguna duda y por eso nunca más lo volvimos a ver. Mi padre quería mucho a sus hermanas, pero yo notaba que tenía una debilidad especial por su hermana pequeña. La verdad es que hasta donde yo sé a muchos hombres solo les inspira respeto otro hombre.

Raquel Domínguez no recibió sepultura, fue incinerada por su expreso deseo y luego se llevaron sus cenizas a la orilla de Castelldefels. 

Algún día nos encontraremos todos de nuevo, aunque sin tortilla de patatas ni Xibeca la verdad es que me parece que el Paraíso no será igual que las timbas en su apartamento. Que el Señor la tenga en su Gloria.

Addams family (Charles Addams)

(*) Actualmente, desde 2011, se llama "Hestia Palau des de 1917. Hospital Sociosanitari i de Salut Mental". Tembién tienen la Clínica Stauros y el Duran i Reynals en Bellvitge. Tienen un aire a los de Sarau, digo Suara.

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V. Raquel (1)

15.7.24

Raquel (1)


ejé en reposo mi serie sobre personas de mi familia, no cuando llegué a mi tío Genaro sino cuando hice la semblanza de mi abuelo, que no publiqué. Tampoco la guardé como borrador. La siguiente sería mi tía Raquel, por quien llevo mi segundo nombre de pila. Bueno, a decir verdad, si me llamo Marta-Raquel fue porque me registró civilmente mi padre y cuando le preguntaron por mi nombre dijo "Marta Raquel Magdalena". Como le dijeron que tres nombres no podían ser, entonces dijo: "Marta Raquel". 

Cuando fui a recoger mi primer carnet de identidad, el año 1979, descubrí que no me llamaba Marta tout court. Hace unos años, no muchos, descubrí que mi prima mayor se llamaba no María sino María Raquel. De hecho su familia materna la llamábamos Cuqui. Digo "llamábamos" no porque no viva, que sí que vive, sino porque nadie más la llamaba así y de tantos como éramos ya solo quedamos mi hermano, mis primos y yo misma, y poco hablamos. 

Mi tía Raquel era la pequeña y yo guardo un cierto parecido con ella. No tengo el tipo guitarra que tuvo y tenía mi madre, con la cadera ancha y sin barriga, unas piernas magníficas. Tengo el tipo de mis tías, de cadera más recta, aunque fortísima, y la curva de la felicidad. De frente hasta podría pasar por delgada. Además nací con un pequeño lunar exactamente igual al de ella, en la mejilla izquierda. 

No sé qué daría por acordarme de su voz, pero no la recuerdo. Sí recuerdo, aunque no como para describirla, la de mi tía Mercedes, asociada a alguna frase que me quedó y al acento betanceiro.

La tía Raquel cuando se separó de su marido iba a menudo a un apartamento que tenía en Castelldefels. Allí pasábamos alguna temporada en verano, cuando no íbamos a Finisterre (La Coruña). Le gustaba también ir en invierno, aunque decía que iba a ver cómo estaba todo. Me llevaba de copiloto en su Seat 850 de color beig, prístino como todo lo suyo. Durante el trayecto, especialmente cuando ya cogíamos la autovía, se ponía a cantar o, si venía mi hermano con nosotras, nos hacía juegos verbales en los que contestaras lo que contestaras te llevaba al punto de partida. Si mal no recuerdo uno de esos juegos decía "Una vez eran tres: un inglés, un italiano y un francés. El inglés perdió la espada, ¿y sabes lo que pasó". Tanto si contestabas que sí, que no o a mí que me importa, la respuesta era "Yo no te digo que sí (o que no, o que a ti que te importa), lo que yo te digo es que una vez eran tres: un inglés, un italiano..."

Con el tiempo se dio una cuenta de que esos juegos te previenen de más de la mitad de las discusiones. Las canciones también eran por el estilo. Y si se le cruzaba alguien en la carretera o en un paso empleaba un lenguaje bastante inapropiado para este blog, por lo que les excuso de repetir las palabras. Bueno, la preferida era "hijo de perra". A veces le contestaban, con lo que el enfado se encarnizaba, pero en el fondo yo sé que le divertía. La verdad es que para estar bastante poseída por el gen Domínguez aún tengo el carácter bastante bueno. No sé si es apropiado decir que éramos como Thelma y Louise.

Mi tía, que además fue y es mi madrina, tenía otra cosa buena, y era que en el suelo de su tienda, bajo el mostrador, siempre tenía monedas y hasta billetes. No porque los guardara ahí, es porque por otra cuestión genética, a partir de determinada edad los Domínguez perdemos la afinación de la prensibilidad y se nos caen las cosas. Ella tuvo un comercio con mucho público porque era otra época y porque, no le vamos a quitar su mérito, transmitía la ilusión, así que tenía muchas ventas y se le caía el dinero, que como le pasa al arroz cocido, está vivo y se mueve. Cuando íbamos a ver a nuestros abuelos, que vivieron sus últimos años de vida con ella, mi hermano y yo mirábamos debajo del mostrador y ─lo prometo por la gloria de mis canarios Trini y Pepe─, encontrábamos billetes de 100 pesetas, y muchas monedas. Se lo dábamos todo. Éramos una especie de espigadores.

En los trayectos a Castelldefels cantaba. De hecho yo estaba muy acostumbrada a oír cantar a la gente porque en Galicia no es o no era extraño encontrarse con aquello que aquí solo se veía en las comedias musicales. De repente se ponían a cantar. En el lavadero público, al subir al coche, al empezar los postres, al tener a una criatura en brazos, en cualquier cambio en la calidad del momento. Henry Cartier Bresson hizo suyo el "momento decisivo" en fotografía, pero lo de echarse a cantar o que irrumpa la orquesta en la plaza una tarde de toros, es sobre la calidad del momento. O la cantidad. No depende de que sea mejor o peor, menor o mayor, es que hay un cambio y le llamo "calidad" para salir del paso.

La orquesta taurina sabe cuando entrar y es una maravilla. Si sonara todo el rato, como en esos cruceros por el Rin, en que te joroban la paciencia con música instrumental "alegre y divertida" desde que zarpas hasta que te devuelven a la ribera. O esos restaurantes con ínfulas, cretona de rosas windsor y música barroca desde que entras hasta que sales. En la Galicia de mi educación sentimental se cantaba mucho y bien, por lo tanto lo raro para mí es que la gente no cante.

La gente hace 50 años cantaba mucho, porque ya solo para lo que era lavar la ropa acompañaba. En el patio de vecinos de Aneto, 22 había una completa competición. Pero la que mejor cantaba era  la Señora Isabel, que era en realidad de Aneto, 24.

Además del lunar y lo de cantar sin ton ni son y un carácter vamos a decir algo dado al improperio exagerado, tenemos en común el gusto por el whisky, las anchoas, la nata y el caldo gallego. Mi madrina se hacía una olla de caldo con todo lo canónico y creo que se lo comía en 3 sentadas, cosa que es una barbaridad.

En los años setenta practicaba yoga en el barrio donde yo ahora también vivo. Y yo lo he estado practicando, con alguna interrupción, desde el año 1991. Mi última profesora de yoga, mi querida Daniela Coma, cuando supo que mi madrina había practicado yoga en el barrio en los años setenta se extrañó, pero les aseguro que es toda la verdad. Algún asana le vi hacer en la playa, como si fuera una postura casual, que alguna lo parece.

Hay muchas más coincidencias, seguro que sí, pero prefiero reservármelas para mí. Hace poco pasé por donde estuvo su tienda y podría haber entrado, porque sigue siendo un establecimiento abierto al público, pero creo que me hubiera dado pena ver que ya no estaban en la trastienda ni la cocina, ni una salita con sofa capitoné que era impresionante, de pana a rayas blancas y negras, ni las almadreñas de mi abuela Consuelo en el patio.

También hace poco atravesé la calle Granollers, por donde subíamos con su coche al volver de Castelldefels. Tenía allí cerca el garage donde aparcaba. Sigue el cambio de rasante pronunciado, por el que asoman los cipreses de Can Mateu.

El día de mi bautizo, 25 de julio de 1961, con una sierva de la Pasión y mi madrina

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V. Raquel (2)



8.7.24

Nada de nada


hora que se han puesto de moda las vacaciones para no hacer nada (do-nothing vacation) lo propio sería buscar qué son esas vacaciones y si además de no hacer nada se supone que no hay que cubrir grandes distancias. Pero no voy a buscar nada ni tampoco voy a despejar la incógnita de si viajar se considera que es hacer algo.

Llevo una buena temporada no solo desprendiéndome de los resultados de mi trabajo (y eso es uno de los pilares del yoga) sino que me he dado un descanso. Ya hace muchos años que leo poquísimas novelas y ya apenas voy al cine. Estudiar lo mínimo, ya estudié cuando tocaba. 

Las plataformas como Netflix o Filming ─sé que hay muchas más─ no me inspiran ni confianza ni curiosidad. También abandoné bastante mi afición fotográfica porque me di cuenta de que me perjudicaba la vista. Ahora solo hago fotografía con el móvil y no edito. Y aún así quedan muchas cosas por hacer, aunque las hago un poco erráticamente y sin objeto, a mi placer.

Después de lo productiva que he llegado a ser, puedo vivir (al menos por un cierto tiempo) de mis "laureles" (¡!). Pero tengo que admitir que me irrita un poco cuando alguien indiscretamente me pretende dar ideas de lo que debo hacer con mi tiempo y ya no digamos cuando se me pretenden dar ánimos, como si la pereza tuviera algo que ver con el desconsuelo o la desmotivación exógenas.

Me parece del todo legítimo y cargado de razón dedicar una buena parte del tiempo a descansar, hacer valoraciones desintencionadas y, como decía Rodríguez Zapatero, supervisar nubes. Ni siquiera supervisarlas, simplemente mirarlas pasar si es que pasan. 

Tuve algunos días de dolce far niente, especialmente en el verano, esa estación que se apachangueró y que ahora ya no sé qué pensar. Ir 10 días a Tailandia o a Bali o a Tanzania no me parece un plan bueno para mí. Qué va. Me dicen mis amigos más mayores que las ganas de viajar se recuperan más adelante; les hago caso pero no lo creo.

Vivimos unos tiempos de mucha prisa, velocidad, ansiedad también. Sin darnos cuenta nos dejamos llevar por la precipitación y por la exigencia de tener un rendimiento lo más inmediato posible. Pero para quienes defienden que los buenos resultados se hacen esperar y todo aquello del esfuerzo sostenido, no puedo brindarles más que mi incredulidad. El low movement si va revestido de modestia, lo veo bien.

Pienso en el Salmo 127:

Todo éxito depende de la divina protección.
Si la casa el Señor no la edifica,
en vano se fatiga el que construye,
si no guarda el Señor a la ciudad,
es vano que vigile el centinela.
De nada os servirá que madruguéis,
saliendo a trabajar muy de mañana.
[...]
[Trad. Eloíno Nácar Fuster]

Al Padre Eloíno debemos la que se considera como la mejor traducción española de la Biblia, que la hizo junto con Alberto Colunga y que por eso se conoce como Nácar-Colunga. Y ese es un trabajo para el que se requiere haber estudiado y trabajado mucho.

La generación Z o lo que yo conozco de ella tiene la jactancia de subestimar esos trabajos que, además de proceder de lenguas muertas  o inservibles, los podría hacer cualquier dispositivo de IA en un microsegundo o en menos. Por mi propia experiencia he observado que se empieza diciendo que para qué saber ortografía si el corrector automático puede revisar y se acaba diciendo que si lo puede hacer un corrector automático para qué revisar. Y así todo.

Vaya, me ha quedado una homilía.

Por lo tanto, no es sencillo casar lo que digo al principio y lo que digo al final, pero queda así, que el verano no es para fenomenologías del espíritu.

Cardo de la Sierra de Collserola (Barcelona). Fotografía: M.D.

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6.7.24

Odi et amo (2): Colón, Nelson, Carmen Flores, Cela y mi jefe


uando yo era una niña los turistas que llegaban a Barcelona visitaban el monumento a Colón, la Catedral, la Sagrada Familia y poco más. El monumento a Colón no sé si está inspirado en el de Nelson en Trafalgar Square, que conmemora al héroe. La plaza de Trafalgar tiene un equilibrio y una armonia que no tiene el Portal de la Paz. Son lugares concurridos, con tráfico y con un nudo de comunicaciones, pero el monumento a Colón se asienta en una especie de rotonda.
No vamos a hacer comparaciones odiosas, pero Colón hasta ha sido objeto de campañas publicitarias como la de Nike, por la que se cubrió al navegante con una camiseta del Barça, y dudo mucho que al almirante Nelson se le hiciera nada que ni se le parezca en su monumento erigido no sin la pompa y la circunstancia debidas. 
El monumento al almirante Colón mide unos 6 metros más entre una cosa y otra, y en su interior hay un ascensor, por el que yo subí por lo menos ─que yo recuerde─ en dos ocasiones. El de Nelson mide unos 5 metros menos, pero resulta más estilizado y desnudo a la vista tal vez por su situación o porque no está tan recargado de elementos arquitectónicos. Tiene leones, pero el de Colón tiene grifos, famas, globos terráqueos y toda la quincalla historicista que pueden soportar sus pilares.
Aunque alguna vez apareció en algún cartel de acontecimientos culturales y festivos, no está muy claro en el famoso poema conceptual de 1979 de Mariscal BAR CEL ONA, que potencia la noción de mi ciudad como punto hostelero-playero. Se adivina el edificio Colón, que también aparece en mi fotografía, pero el monumento apenas está sugerido. La Vista cubista de Barcelona me encanta (toda la obra de Javier Mariscal me parece buenísima) y ahí sí se distingue con más claridad el monumento de Colón, pero como un elemento identificativo más que representativo. 
Se levantó con motivo de la Exposición Universal de 1888 y yo creo que inspira una cierta incomodidad vamos a decirlo de una vez por la leyenda negra y todo cuanto tiene que ver con el Descubrimiento. El hecho de que más bien está en decadencia permite que resista al lado de las Aduanas, la Comandancia Naval, la Capitanía General, edificios todos que nos recuerdan la condición marina, mediterránea, pero también española, de Barcelona en un puzzle denso de entidades estatales que inspiran poca simpatía.
Poco se habla de la Barcelona (1970) de Camilo José Cela, de la que extraigo un par de párrafos que dan buena cuenta de su buen estilo:
"El rey Jaime I de Aragón y de Mallorca, a quien decían el Conquistador porque no se le ponía nada por delante, levantó nuevas murallas y empezó a quererse sacar un puerto de la manga; las murallas del rey Jaime dejaron al descubierto el trecho que va desde Santa María hasta la Torre de las Pulgas, en la Rambla. Dos siglos más tarde, Alfonso V el Magnánimo empujó al Consejo de Ciento a que construyera el moll de la Creu; Alfonso V era hombre decidido que conquistó y perdió Nápoles dos o tres veces, saqueó Marsella, riñó e hizo las paces con el papa Eugenio, le sacudió la badana al sultán de Egipto y conhabitó con la hermosa Lucrecia de Alagno (como éste es un libro fino, el amanuense escribe cohabitó, en vez de lo otros, ¡y que Dios se lo perdone!). El puerto de Barcelona tardó muchos años en ser puerto; antes de que cobrara consideración de tal, los barcos se las arreglaban como mejor podían en la Farga, al otro lado de Montjuic. En el siglo XVI, Carlos V mandó anclar ante la playa la escuadra que tenía dispuesta para la conquista de Túnez; ese fue el instante, quizás, en que nació el actual puerto de Barcelona. Los siglos XVI, XVII y XVIII aristocratizaron el barrio del puerto, que albergó emperadores, emperatrices, reyes y reinas, príncipes y princesas, duques y duquesas, virreyes y virreinas, y de ahí para abajo. En el XIX, el puerto no se dio descanso y durante cincuenta años fue continuo el tejer y destejer de los alarifes: siendo presidente del consejo de ministros el poeta Martínez de la Rosa ─que aprovechó para estrenar su drama romántico La conjuración de Venecia─ se tiraron al suelos los baluartes que quedaban por la Lonja y se construyó el paseo, de muy amenas vistas sosegadoras; mientras Aribau y Rivadeneyra inician la edición de su monumental Biblioteca de autores españoles, los capitales generales se instalan en el viejo convento de la Merced; al tiempo que Marx y Engels publican su Manifiesto comunista, se abre el portal del Mar y poco más tardel la puerta de la Paz; en el año en que don Alfonso XII se casa con doña María de las Mercedes ─que tan poco tiempo había de durarle─ se empiezan a derribar la muralla y sus puertas, y cuando se funda la U.G.T. y se inaugura la Exposición, el arquitecto Doménech y Montaner levanta su neogótico y bien cumplido hotel Internacional, que es derruido cuando el certamen concluye".
El estilo abigarrado de estos párrafos de la Barcelona de Cela transcriben con total exactitud la impresión que deja el Portal de la Paz. y eso que nada dice del Teleférico, el principio de las Ramblas, las Atarazanas (Drassanes Reials), el Maremagnum, las Golondrinas y una infinidad de elementos que hacen insalvable todo intento de poner orden en un texto.
Por eso, la impresión que causa el monumento a Nelson en la plaza de Trafalgar de Londres, es hasta de serenidad y sobriedad, en comparación con el de Colón, quien a su vez es un hombre de controvertida identidad.
Para hacerse una idea de la antipatía que puede inspirar el monumento a Colón, en según quien, diremos que la réplica de la carabela Santa María fue quemada por la organización terrorista Terra Lliure después de haber pasado cosa de 40 años en Port Vell (Moll de Bosch i Alsina). En el lugar donde estuvo está amarrado ahora el Pailebot Santa Eulàlia. Es una goleta de 1918 que se botó en Torrevieja con el nombre Carmen Flores, pero ahora es el buque insignia del Museu Marítim de Barcelona. Creo que recordar que durante un tiempo se alquiló para eventos: lo veías pasar por lo que había sido el Somorrostro con sus tres velas que habían trajinado mercancías, trasnportando despedidas de solteros tomando cava con unas rayban. Nótese la contraposición entre Santa María (patrona de España) y Santa Eulàlia, patrona de Barcelona (oficiosa al lado de la patrona oficial, la Virgen de la Merced).
En la fotografía de hoy vemos el Edificio Colón, un ejemplar excelente de lo que fue el Brutalismo arquitectónico. Aunque el brutalismo se refiere a la pureza de los materiales empleados, sin aliños ni adornos cosméticos, tuve un jefe madrileño que le llamaba Edificio King Kong, creo que en referencia al célebre fotograma del gigante sobre el Empire State Building. Es un apelativo bien hallado.
El Edificio King Kong mide el doble que el monumento a Colón, tiene 28 pisos, se construyó el año 1970, el año en que se publicó el olvidado libro de Cela.
Descansen en paz Colón, Nelson, Carmen Flores, Cela y mi jefe.


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 "Odi et amo" (1)