11.3.11

La devastación

A E. Peña


sta mañana, cuando veía en Youtube las primeras imágenes del tsunami o maremoto del Japón, he de admitir que me parecieron de una gran belleza. Después del estruendoso fracaso de mi intento de equiparar pederastia (vicio privado que tuvo su momento de esplendor) y la maledicencia (vicio público cada día más aceptado y que a mi entender empeora lo que parece inempeorable), decir que un tsunami es hermoso ya sé que me condena a la desaprobación, el escándalo y el ostracismo. El instinto especulativo es tan romo que no espero una ovación ni mucho menos. Me importa un rábano. Sé también que a estas alturas del día se cuentan unas 1000 víctimas y que no es el momento de invocar el impulso destructor que por naturaleza tiene el mundo en el que vivimos. Esto lo saben en la India, donde se inventó el cero y otras cosas y donde se sabe que hay un impulso creador, otro destructor y un tercero conservador. Es el Tri-murti. Si mal no recuerdo, la invocación "Om namah Shivayah" que siempre corona o fundamenta el camino del yoguini implora por ese impulso de destrucción, que no es visto como algo negativo o desfavorable. sino como algo purificador y regenerador. Como pretendo escribir estas palabras a vuelapluma y como nunca antes ajena a toda opinión, incluso la mía, no voy a comprobar -como es mi costumbre- esas nociones. 

La gran ola de Kanagawa (Katsushika Hokusai, 1830-1833. Metropolitan Museum, NY)

Precisamente he estado mirando hace un ratito las imágenes en una cadena televisiva india. Otra cosa que sé y que a lo mejor ya saben los lectores de esta parte del mundo es que los japoneses están acostumbradísimos a los terremotos. Una amiga mía estuvo allí invitada a cuerpo de reina 20 días por una boda y padeció, a riesgo de perder sus bien templados nervios, 7 terremotos. Cuando la Tierra tiembla, los japoneses encienden la TV y hacen lo que les dicen. Si el señor de la TV les dice que bajen las escaleras hasta la calle, obedecen. Si dice que aguarden debajo de las mesas o en umbrales reforzados antisísmicos, permanecen. Si les dicen que esperen en el cuarto de baño y aguarden nuevas instrucciones, esperan. Obedecen, aguardan y esperan con una presencia de ánimo que solo pueden comprender los que hemos/han tratado con estos congéneres del este. Son duros por dentro y lenes por fuera.

Alguna vez me he sentido identificada no ya con los japoneses sino con el mismísimo Japón, pero quien se puso ha estudiar Filologia Árabe solo por que le gustaba una canción argelina que ni siquiera era árabe ni argelina (sino de la Kabilia), puede ser capaz de identificarse con cualquier cosa. Para cuando me enteré que "Avava inouva" era bereber y no árabe, ya me había estudiado prácticamente todo el aljamiado hispánico y gran parte de la morfología del árabe clásico. Así que me pasé a Filologia Clásica por Ovidio, que no se estudiaba -por su dificultad métrica, léxica y sintáctica- hasta el último curso de Latín. Y así vamos. Lo que una es capaz de hacer por una canción no lo haría ni Belén Esteban ni casi nadie fuera de "O'Brother". 

Japón, decía, es como el Ave Fénix de que nos hablaba el otro día Sergio, ese hombre tan bueno y sin embargo tan razonable. Japón está continuamente reconstruyéndose. Japón es digno. Japón, dicen, creo, nació bajo el signo del Cangrejo, como Canadá y como yo misma, aunque yo nací a pocos grados del León. Precisamente, los apocalípticos dicen que nuestro pequeño mundo será destruido a agua (Cangrejo) y a fuego (León) y ya tengo dicho por ahí lo mucho que me afecta esta doble naturaleza mía, que a veces se resuelve en agua caliente,  otras en licor de cereza, a veces en que estoy más quemada que la pipa de un indio y a veces mi frialdad puede ser más penetrante que la del caño de agua de manantial más pura.

Otra cosa que me une al tsunami de ayer es que desde hace muchos años -y cuando digo "muchos años" son muchos años- sueño con tsunamis. Incluso les diré que prácticamente no sueño con otra cosa que no sean tsunamis. Una vez soñé que una escritora me regalaba 9 bolígrafos bic cristal negros. Los tsunamis de mis sueños no son menos devastadores que el que pueden ver en las imágenes de ayer, pero siempre acaban bonanciblemente y como si estuviéramos en el mundo tal y como lo fue en origen. y con ese mar primigenio y brillante como una escama.  Mientras esto escribo persigo las noticias de si han llegado los temblores del mar desmandado a Hawai y me encuentro con la noticia de que el Zoo de Barcelona ha adquirido una pareja de quebrantahuesos. Imbéciles. Mamarrachos amamonados. Me enojo enormemente, me desespero. ¿Cómo pueden cautivar a dos animalitos cuya extinción está más que asegurada porque no hay presas ya en el único lugar donde perviven, en los Pirineos, tal vez? ¿Para mayor honor y gloria ornitológicas? Memos rematados. No tenemos arreglo.

Cuando nos abandona un amor o sentimos que no tiene objeto, la ciudad se enciende por la noche como una parrilla donde no ardemos y por la mañana parece una masa compacta de un bizcocho inerte como un cadaver y malogrado, cuya levadura no levantó la masa. Cuando hay un atentado asesino como el que tuvimos el año 2004 en Atocha y el Pozo del Tío Raimundo algo se solivianta, nos damos cuenta del mundo en el que vivimos capaz de llenarnos de horror o de delicadezas que no encuentran donde descansar, que se nos deshacen en las manos como una caricia desdeñada o una herida de desangrado. Cuando la naturaleza muestra su indiferencia por nosotros y denuncia nuestra descomunal soberbia, yo quisiera sucumbir y fundirme en ella. Con nada más, con nadie más.

Si no recuerdo mal, cuando tuvimos el terremoto de Chile el eje de la Tierra se desplazó 7 cm. En esta ocasión se desplazó 10 cm. No me pregunten si del mismo lado. Como no tengo ni la menor idea de lo que da de sí el cosmos no voy a aventurar ninguna otra hipótesis, sobre todo a la vista de que una central nuclear nipona (Fukushima) está teniendo en estos momentos serios problemas con la refrigeración. Está explicando un marinero gallego en la radio que la ola de un tsunami en su cresta va a unos 800 km/h. Supongo que luego, cuando se va llevando por delante camiones de varios ejes y telares y cocinas irá perdiendo velocidad.

Andaba estos días, a la vista de que mi proyecto de la cocina culminó, metida en otro proyecto, mi último proyecto. Se trata de un panteón donde además iré a visitarme en vida. Mármol blanco, cosa fina. Pero una amiga de verdad, verdadera como otros dirían que no hay dos pero yo digo que hay diez y hasta más, me dijo: si me dejas yo también iré a parar a tu panteón e iré contigo a visitarnos. Tal y como va el mundo veo que mi cocina no va a permanecer mucho tiempo en pie, y que por lo tanto meterse en panteones es poco menos que absurdo, pero lo de ser tragada por la tierra o  vapuleada por el mar tampoco está tan mal.

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