16.10.11

Pueblo pequeño, campana grande



i bien el título debería ser "Small is beautiful", ya existe en este blog. Es uno de mis posts preferidos. Además no quería sumarme a la corriente de opinión o linchamiento que escracha, como se dice en la Argentina, a nuestro President Mas, aunque Duran es menos y por lo tanto -siguiendo el razonamiento de ayer- Mas no es menos. Otro dicho que me gusta es "Pueblo pequeño, campana grande", que contrarresta aquel -en catalán- "Al pot petit hi ha la bona confitura". También tenemos el de "Caballo grande, ande o no ande", que es el mejor. 
Yo le tengo cariño a "Small is beautiful" porque la última vez que estuve en París,  en Montmartre, en aquella placita tan animada llena de pintores, pasó el hijo mayor de Carolina de Mónaco cuando tenía más cara de crápula de lo que la tiene ahora, que ya es decir. Luego pasamos nuestro grupito y un pintor inglés piropeó desde detrás de su caballete a mi amiga Fina, que apenas levanta 150 cm del suelo. Fina, que no sabe inglés, ni falta que le hace, me dijo "Qué foi, oh?" y inmediatamente, aprovechando que aún flotaba en el aire el perfume del piropo, como dicen que flota el Iris Nobile de Acqua di Parma unos instantes, le repuse: "Small is beautiful, lo pequeño es precioso". Y les prometo por la salud de mi canario que desde entonces mide 151 cm. Le encantó. A mí una vez, aunque me esté mal decirlo, me extendieron una americana a mi paso y yo, por consideración al piropo, la pisé. Otra vez me torearon, pero ese no es el tema de hoy ni lo será por el momento.
¿Por dónde íbamos? Ah, sí, lo pequeño es bonito... Y se dirá que lo grande también, que la humanidad gusta a veces de hacer miniaturas y de hacer modelos aumentados y obras gigantescas que retan al cielo. Empezamos con la torre de Babel y lo último (espero que sí) fue el puente ese de Hangzhou que construyeron en China que después de acabado nadie se atrevía a pasar. Se suele decir que la Gran Muralla es la única obra humana que se ve desde el espacio. Y seguramente será verdad, si no contamos los destrozos que hemos hecho en la naturaleza, claro. 
A mí me gustaría un poco que según las circunstancias la realidad se pudiera ir amoldando a cada momento, como hacía Alicia en Wonderland cuando comía según que galletas no sé si espolvoreadas con semillas blancas de amapolas. Cuando me he enamorado indefectiblemente siempre me he querido hacer pequeña, muy pequeña, para caber en un bolsillo.
Estos días hay una exposición en el Museo del Prado a la que me gustaría mucho ir. Si por mí fuera estaría cada semana en Madrid, pero eso no es posible y tal vez cuando todo vaya mejor podré ir cada mes. Esa exposición es de miniaturas y es una pequeña muestra de la colección que se guarda en tan portentosa institución.
Sabe el respetable que para mí las etimologías (quitando las de San Isidoro) son odiosas y como fue para Marguerite Yourcenar la principal ocupación de su hermanastro, la heráldica, una idiotez. Y sin embargo tengo que recordar aquí que el confusionismo no proviene de "Confucio" ni el laconismo del "lacón"  de la misma manera que miniatura no proviene de "mini" (lat. minimum) sino de minium, "un óxido de plomo de color rojo que se utilizaba como componente de la tinta fundamental que se comenzó a emplear para la iluminación de los códices manuscritos en letras capitales, márgenes y posteriormente, con la evolución de la ilustración medieval, en representaciones de gran colorido y complejas composiciones" (Wikipedia). El color rojo también lo habían empleado los escribas egipcios, aunque ahora no me hagan decir con qué composición química, y siempre se usaba el color como recurso para organizar mejor el texto y realzar alguna de sus partes. Después es un color que por su relación con el peligro quedó relegado a los examinadores, y a la manía de emplear el color rojo para corregir pruebas o exámenes. Sin embargo, pienso que es un color que bien empleado en su justa medida y en cantidades homeopáticas, puede ser uno de los más expresivos que hay. Se suele decir que precisamente porque se emplea con mucho cuidado es el que más dura en los talleres y será por eso que si uno sabe esperar las oportunidades puede comprarlo tirado de precio. Yo no sé.
Aunque pueda parecer que el mundo de las miniaturas está tocando no el lado más salvaje de la vida pero sí el de los coleccionistas de rosarios de semillas de cacao o el de los aficionados a inscribir el código de la circulación en un palillo, no es ninguna tontería. El espejo convexo de "El retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa" no sé si incluye al terrier que hay a sus pies. Todo podría ser. Tampoco sé si un terrier es más pequeño que un cotton de Tuléar o que griffon belga de “Peor imposible”, o el perro itzcuintli de Frida Kahlo,  el perrito faldero del retrato de María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo (duquesa de Alba) que pintó Goya el año 1795, o el perro semihundido del mismo pintor, o Crab, el perro más entrañable de toda la obra de Shakespeare.
Aunque estos días se ha hablado tanto de Steve Jobs y de sus aportaciones a la informática de los usuarios, donde no es lo menor el celebrado pellizquito para manejarse en las pantallas del I-Phone -que es una denominación que recojo de Arcadi Espada, a pesar de su animadversión a los blogueros, y que fue acuñada por José Luis Alvite-, no sé yo (tampoco) si hay algún equivalente en el mundo de Apple de la miniatura dentro de la miniatura. Magnificar y minimizar es corriente y hasta diré que muchos estamos un poco hartos de ese baile. El logo de Apple, que sintetiza el primer pecado original y por lo tanto el atrevimiento de alcanzar los frutos del árbol del conocimiento, parece que fue copiado de los vinilos de The Beatles, un grupo que Steve Jobs adoraba. 
Por alguna razón que ignoro -en los dos sentidos de la palabra ignorar- gran parte de la cultura anglosajona me arranca unos bostezos que me producen severas luxaciones de mandíbula. No solo su peor rock sino también el Halloween, sobre todo después de haberlo desentrañado de sus orígenes "verdaderos" de donde nunca hubiera tenido que salir. Es que me interesa más lo que diría un egipcio analfabeto del Imperio Medio sobre la digestión de los cocodrílidos que todo lo que me pudiera decir cualquier genio del diseño gráfico y por "genio" no me refiero a los de las lámparas maravillosas de diseño otomano.  
Es una pena que se hayan puesto de rabiosa moda los bulldogs franceses y que para ver un cotón malgache haya que ir a una feria y conseguirlo en el tiro a blanco, de peluche.



Miniatura dentro de una miniatura. Emile Bernahard Chevalier de Guérard (c.1810). Acuarela y guache sobre marfil. 120X82 mm. Colección Tansey

La letra inicial del post de hoy es una recreación de las letras miniadas del siglo XIV.


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