1.5.15

Las personas químicas


Creo que conocí los dibujos de la ilustradora Roz Chast a través de aquella viñeta de los blogueros: 1/3 de cocina, calceta o manualidades, 1/3 de autopromoción, 1/3 de teorías de conspiración. Y publica muchas clasificaciones por el estilo, de las cuales hoy no traigo la "mejor" pero que viene al caso porque es para mí uno de los días más bonitos del año porque me iré a ver las rosas de Pedralbes. Como Denny a veces tiendo a pensar que los animales son preferibles a las personas y los vegetales son preferibles a los animales, aunque los objetos inanimados son aún preferibles a los vegetales. Pero a decir verdad eso solo me ocurre cuando me encuentro según qué tipo de personas. 
Cuando antes parece que sobraba el dinero público teníamos en el país artistas invitados y hasta neurolingüistas de cupo. Invitaríamos a Roz Chast una temporada y creo que pronto distinguiría nuestros intelectuales voladores, los falsos shaolines, los divos del periodismo y hasta más tipos de antisociales, los no declarados.  Por "personas químicas" yo entiendo aquellas cuya conducta o actitud se podría asimilar a los efectos de la medicación que está tomando. No hace tanto se hablaba de los prozaicos o consumidores de Prozac, de los cuales ya no se ha vuelto a oír nada. No sé si el medicamento ha sido retirado, si ha sido reemplazado por otro, si ha aumentado el número de personas que sigue confiando su bienestar a unos comprimidos. El caso es que esos antidepresivos y ansiolíticos que se toman a veces tan alegremente (es un decir) aparte de que enmascaran el problema producen otros problemas. Y entre ellos no es el menor el de que el consumidor, para abreviar, deja de ser libre.
Abundan en los medios psicólogos, coachers, psiquiatras, etcétera, que con una seguridad pasmosa son capaces de determinar con toda exactitud lo que tienen que hacer el resto de los mortales. Aparte tenemos a los que nos inundan con frases de Coelho, que son unos pesados. He oído alguna vez a una psicóloga que aparece en Onda Cero en el programa de Isabel Gemio hablar con una gran seguridad sobre infinidad de casos. Y a mí no deja de parecerme sorprendente tanta seguridad, siendo como soy alguien que más bien me dejo impresionar solo por la prudencia. Si he percibido mal lo que trasmite Mª Jesús Álava Reyes es tal vez por mi culpa, pero en todo caso no creo que esta mujer pueda ayudar a nadie más allá de lo que dictaría el sentido común. Y, repito, lo más llamativo para mí de todos estos profesionales es su seguridad y una actitud terapéutica no tanto de acompañamiento como de sometimiento. La seguridad con firmeza y con convicciones es hasta recomendable, la seguridad jactanciosa es ridícula.
Escribo a vuelapluma, sin apenas pensarlo, simplemente por dejar un rastro de lo que me sugirió hace poco la constatación de que cada vez hay más gente que toma pastillas. Hace unos meses tuve una larga temporada de insomnio que intenté combatir de la forma más razonable: bajando el consumo de café hasta prácticamente limitarlo al primero del día, buscando la relajación al caer la noche y en general mejorando mis hábitos. Aún así el sueño no mejoró y me despertaba cada noche a eso de las 3 de la mañana. Luego me podía volver a dormir, pero esa interrupción me causaba una cierta intranquilidad. Estoy segura de que muchas personas en mi mismo caso habrían optado por los somníferos, pero yo me hice una analítica y salió la tiroxina alta, con lo que mi médico me bajó la dosis que estoy tomando (porque me extirparon la tiroides hace unos años) y al cabo de cuatro días ya dormía como un ángel. Otros se hubieran puesto a tomar somníferos. Pero a la larga los somníferos crean adicción y algunos debilitan la memoria y el sistema muscular, con lo que uno llega al final de su vida más deteriorado. 
El insomnio es un problema de salud que no es fácil de tratar. A veces he dormido mal por falta de hierro en la sangre (por otra desafortunada operación) o he dormido demasiado porque estaba preocupada y así me evadía y descansaba. El insomnio es un síntoma, como lo es el nerviosismo, la falta de atención o un tic palpebral y el estreñimiento. Y como en otros terrenos lo que intento es ver qué puedo hacer yo, qué he estado haciendo mal o erróneamente. Tarde o temprano se llega a saber qué pasa. Hay pastillas para calmarse, para estimularse, para hacer caca, para no hacerla, las hay para todo. Pero son el último recurso, no el primero. 


Roz Chast

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