21.12.18

Roña y pompa (1)

"También el impresionismo fue una rebelión,
un ataque que llevado a cabo por hombre de genio
contra la hinchazón y la pompa del arte académico oficial.
Con el titulo de Vingt années de grand art ou la leçon de la niaiserie Francis Jourdain publicó una colección de pinturas que
obtuvieron premios oficiales en Francia, durante
los últimos veinticinco años del siglo XIX.
Como apéndice al libro se incluyó una lista de los artistas
franceses del mismo período que no obtuvieron premio alguno
ni gozaron de reconocimiento oficial. En esta lista
se encuentran los nombres de Degas, Sisley, Pissarro, Cézanne,
Monet, Renoir, Rousseau, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Bonnard,
Matisse, Rouault y Dufy. Su arte ha
sobrevivido a su época. En cambio
la colección de obras académicas ─obras de los
artistas aprobados y aclamados─ es un confortable infierno
de pretenciosa suficiencia, de pomposa 
insignificancia y de hipocresía satisfecha."
Ernst Fischer, La necesidad del arte

La lámina del libro de Jourdain (1949) de todas las que publicó no es la más estomagante. Las otras veintinueve que se pueden ver en internet son mucho peores y además producen una cierta repulsión e incomodidad. Cuesta creer que su falta sea la condición de arte académico, cuando todo lo más que podríamos aceptar para la mayoría es su clasificación como cromitos picantes según el gusto de la época. Lo malo es que el gusto de la época muchas veces impregna hasta obras que han prevalecido a pesar de la suya. 
Estoy pensando en Josep Pla, un autor admirable pero que no está exento de dejarnos a veces alguna impresión de que sus retratos humanos nos muestran tipos que nos arrojan a la vergüenza ajena y a una mezquindad que nos pone al filo de una misericordia roñosa. Esa roña es la que es propia de la época que retrata y marca una cierta equidistancia con todo lo que por un pelo lo deja a nada del clasicismo. Ese gusto por mostrar las mezquinas pequeñeces tiene que ver con el naturalismo, pero pienso que también habla de decoro. De vez en cuando Pla nos deja imprevisiblemente un retazo donde despliega con gran precisión un apunte fino y seguro de un sabor o de la impresión fugaz de un detalle que siempre suele ser familiar. Esos picos y el humorismo algo desdeñoso pero blanco dan relieve a su prosa, en la que de otra manera no se produciría ninguna "elevación". En el fondo, de eso se trata, Pla no desea elevarse ni hacia la moral ni hacia un punto de algún género de superioridad.
Las láminas del libro de Jourdain ya digo que son repugnantes. La perfección académica de que hacen ostentación no las eximen de un abotargamiento estético y de una sensualidad macilenta.
*
El anuncio de la lotería de este año es casi un cortometraje, demasiado largo. El motor de la historia no es original, es una mezcla entre 50 first dates (Peter Segal, 2004), ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993), Family man (Brett Ratner, 2000), montones de películas con déja-vu, etcétera. Posiblemente todos estas películas, a su vez, tienen un punto de parecido con el Cuento de Navidad de Charles Dickens o por lo menos con su espíritu navideño, pero como me da pereza seguir por este camino, lo abandono. Al anuncio de la lotería no le podemos pedir que sea original, pero sí que nos evite la insistencia sin valor expresivo. La insistencia tiene utilidad o para entender mejor algo o para expandir la idea y hacerla más pirotécnica o más emocionante. En el caso del anuncio sobran 3 minutos, se podrían haber concentrado los elementos más significativos y ahorrársenos los redundantes. El anuncio dura 5:39, el del calvo de 1999 solo tenía 1:26. El anuncio de Pedraza y Montserrat Cavallé (además de Niña Pastori, Marta Sánchez y Raphael) duraba 2:19. El anuncio polaco de Allegro, el método de inglés, duraba apenas 3 minutos.
Naturalmente no es se puede comparar el Cuento de Dickens, escrito por un solo autor y seguramente del tirón, con productos en el que intervienen un sinnúmero de profesionales y subproductos. La expresión "cine de autor" o lo que sea "de autor" adquiere todo su sentido ante trabajos en los que se suman muchos esfuerzos, aunque vayan todos en la misma dirección, porque hay algo de lo que rebosaba en el principio aristotélico aquel de la unidad. Está claro que hay muy buenos resultados que asaltan el principio de la unidad de acción, de tiempo o de lugar, pero es mejor mantener un hilo, a no ser que pretendamos una unidad superior  que trabe muchos hilos. 
No creo equivocarme si pienso que la lista de pintores impresionistas que no obtuvieron ningún premio fue más larga. Y que hubo un postimpresionismo que bien podemos decir que fue un impresionismo academicista. El filisteísmo está en la esencia misma del arte, que de otra manera sucumbería a su propia sinrazón.
Ayer estuve viendo la exposición "Velázquez y el Siglo de Oro". Jugué un poco a ignorar el aparato museístico y deambulé de izquierda a derecha y sin mirar los textos. Casualidad o no, los cuadros que verdaderamente me impresionaron eran los de Rubens y Zurbarán. Los demás resultan admirables por su técnica pictórica, no diré nada que no sea menos que eso. Y sin embargo las pinturas de Zurbarán y Rubens eran realmente sobrecogedoras para mí. 
Un cuadro que me llamó la atención por el tema, fue el que incluyo hoy en el Álbum. Conozco en parte el afán que durante algunos siglos empujó a los pintores a redimirse de su papel como artesanos y que por eso en muchos casos se valieron del recuerdo a Apeles y sobre todo del autorretrato. Lo que desconocía hasta ayer es que se hubiera representado al mismísimo Dios Padre como pintor de la Virgen. Qué cosas.

Dios Padre retratando a la Inmaculada (José García Hidalgo, aprox. 1690)

Lámina de  Vingt années de grand art ou la leçon de la niaiserie de Francis Jourdain

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