27.4.09

Carta abierta a Eli (El tiempo)


Desperta, és un nou dia,
la llum
del sol llevant, vell guia
pels quiets camins del fum.
No deixis res
per caminar i mirar fins al ponent.
Car tot, en un moment,
et serà pres".
Salvador Espriu, Cançó d’albada

"Res no et serà pres:
vindrà tan sols
l'instant d'obrir
dòcilment la mà
i alliberar
la memòria de l'aigua
perquè es retrobi aigua
d'alta mar".
Mª Mercè Marçal (Raó del cos)


Ojalá, como digo, supiera yo mínimamente las reglas del ajedrez para ver en el ajedrezado de los dos poemas que te ofrezco, cada cual de 8 versos (como las filas y las columnas del tablero), cómo movió sus piezas Maria Mercè Marçal. Publicó Raó del cos meses antes de su muerte, cuando ya estaba enferma, el año en que nació mi canario, Trini.
Maria Mercè Marçal ya jugó como Joan Brossa y Luís Vaz de Camôes a hacer sextinas y por lo tanto a echar los dados de seis palabras que se iban reorganizando a lo largo de 6 versos (ABCDEF – FAEBDC – CFDABE – ECBFAD – DEACFB – BDFECA). Estos entretenimientos de los poetas no nos deben despistar precisamente de su verdadero quehacer. Su verdadero quehacer, a mi entender, es el de cantar como lo hacen los pájaros y el de hacer poemas con sentimiento y también con sentido. Los poetas suelen ir 20 años por delante de los filósofos y ya no digamos de los científicos, de los políticos, etc., de la misma manera que España va siempre 20 años por detrás de Francia en lo social.
También en el quehacer del poeta está su ligazón con los poetas que le han precedido e incluso con los que le seguirán. El poema de Raó del cos es una respuesta a la “Cançó d’albada” de Salvador Espriu, pero –claro está- no es concluyente, no es la última palabra. De hecho yo supe que la Marçal se iba a morir porque me lo dijo Petrarca. Que estaba enferma me lo dijo Quevedo. Ya sé que esta afirmación me coloca no ya en cuarentena sino en entredicho y hasta en el pabellón acolchado de los irrecuperables o cuando menos en el de los inclasificables o impresentables. Así fue.
Ayer, hablando con mi amada Amanda Amata, le intentaba explicar, más a costa de su comprensión que de mi elocuencia, mi incomodo ante las fórmulas, compromisos y convencionalismos sociales que se establecen también en los blogs, un poco como marca de grupo y un poco porque a veces las personas para liberarnos de unos compromisos nos metemos en otros, anteponiendo la reciprocidad a la complicidad. Sin ninguna duda mi mayor aversión está en los convencionalismos que adquirimos como marca de grupo, puesto que esas fórmulas se utilizan para alejar, cohibir o expulsar a los que no reconocen o conocen las reglas del juego.
Yo sé, Eli, que cada vez que yo pongo un poema querido al principio de un post o cada vez que pongo un latinajo, estoy cohibiendo a quienes están más a gusto en otra salsa. Yo sé que escribo a veces posts indigeribles, pero sé también que lo hago no sólo por mi solaz y a mi sabor, lo hago porque para mí tienen tanta realidad (como Eli o como Amanda) Salvador Espriu, Francesco Petrarca y Maria Mercè Marçal, los cuales a su vez conocían muy bien la literatura culta pero también conocían la lírica popular. Éste es un tema que cuanto más lo quieres explicar más lo complicas, como si fuera un nudo difícil y como dijera el antiguo adagio escolástico: Excusatio non petita, accusatio manifesta, “quien se excusa, se acusa”.
El trabajo de quien escribe y hasta el del escritor consagrado es algo con visos de insania, puesto que la materia de que se trata es intratable y sin prestigio, nos dirigimos a un público que tiene su propia vida (como debe ser) y la tarea de escribir supone confinarse por un espacio de tiempo más o menos largo, pero imperioso, cosa que no todo el mundo está dispuesto a comprender. La mayor parte de las veces además, el éxito (¡el éxito!) va asociado al poder sobre los demás y la felicidad va asociada a la capacidad de disfrutar con los demás o por los demás, por lo que se nos hace raro e incomportable que alguien pase horas solitarias buscando con un pincel el amarillo preciso del membrillo de un bodegón, o determinando la palabra exacta, le mot juste, para el olor de las madreselvas del poema de Eugénio de Andrade.
Dicho esto, puedo pasar a hablar del tiempo. No me refiero al tiempo meteórico y ni siquiera al metereológico, tema del cual solemos hablar con un vecino asturiano del bloque en que vive mi madre. Este buen hombre vive en el quinto y Corona vive en el cuarto, con lo cual no nos da para mucho, pero debo decir en su favor que está muy bien informado siempre. Me refiero, digo, más bien al tiempo tiempo. Al tiempo como algo que a través de una clépsidra o un gnomon o un reloj de arena (que aparece en las alegorías de la muerte) podemos medir. Con ese tiempo me llevo yo peleando ni se sabe cuanto tiempo.
Me pasé media vida (o vete a saber si no sería la mitad de la mitad de mi vida) con la violencia como caballo de batalla. Después de vencida esa dificultad no pequeña pasé a tenérmelas con la mentira. Y no hacía más que encontrarme con hipócritas, mentirosos piadosos, mentirosos compulsivos, ilusionistas (como Obama con su S-obam[i]a y Gomorra). La variedad de formas de faltar a la verdad es tan variada como la de las formas de robar:
“inventar, exagerar, desfigurar, trocar, rellenar, sisar, malinterpretar, distorsionar, trufar, pretextar, colar, clavar, soflamar, aparentar, guardar las apariencias, afectar, sobreactuar, fingir, simular, disimular, esconder u ocultar, omitir, disfrazar, enmascarar, camuflar, tapar, solapar, desinformar, encubrir, engañar, embaucar, adulterar, falsificar, falsear, timar, defraudar, zurcir, pastelear, dorar, engatusar, camelar, encandilar, embelesar, adular, ofuscar, oscurecer, embrollar, liar, enredar, enmarañar, confundir, desorientar, desconcertar, complicar, tergiversar, contemporizar, desacreditar, difamar, perjurar, hacerse el sueco, hacerse el sordo y hacerse el tonto. No olvidemos las mentiras estadísticas, las mentiras piadosas, marcarse un farol o las falsas promesas o las trampas del embustero electoral.”
Cuando ya tenía esta lid dada por perdida o “en tablas”, por lo menos por ahora, me ha sorprendido la batalla del tiempo puesto que hoy más que nunca no sé de cuánto dispongo. Tú tampoco, querida Eli. ¿O si lo sabes? Me propongo entonces hacer como los niños, que lo quieren todo y no quieren nada.
Ésta es la segunda “carta abierta” que escribo en vida mía. Te conozco a través de tus bitácoras y de algún mensaje de correo-e con que me has correspondido y me has mostrado además de la proverbial cortesía portuguesa, un conocimiento descomunal de la poesía y una sinestesia admirable. Hoy he encargado a Amazon Lettres à l'inconnue de Antoine de Saint-Exupéry, un libro poco conocido en España. Fue editado por Olañeta pero la edición está agotada o lo estaba por lo menos hace un par de años. Hace unos días hablamos de Stefan Zweig, de quién si leí su Carta de una desconocida, pero creo que no tiene nada que ver con las cartas de Saint-Éxupéry. Las Lettres à l’inconnue pueden interesarme mucho. Lo sé.

Admitir que se puede estar muy a gusto con desconocidos y que, sin desmerecer los tesoros del trato cultivado, una relación sin cortejo o una complicidad sin amistad, pueden ser enormemente satisfactorias, es algo a lo que hay que estar abiertos o dispuestos. Dicho de otra manera: hay que estar abiertos o dispuestos a estar a gusto con desconocidos, a una relación sin cortejo y a una complicidad sin amistad. O, sin desmerecer los tesoros del trato cultivado año tras año, conversación tras conversación, tampoco hay que privarse de tener trato con desconocidos. O “tener trato con desconocidos no nos debe privar de los tesoros del trato cultivado con los conocidos y la complicidad sin amistad puede ser enormemente satisfactoria”. De lo de la relación sin cortejo no estoy tan segura como lo estoy del cortejo sin relación, pero me veo obligada a extender todo el abanico de posibilidades. En estos momentos.

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