21.4.09

El infinito indefinido


a es mala suerte que de todas las 1019 versiones que según Primitivo Langarica existen de “La paloma”, la habanera de Sebastián Yradier o Iradier Salaberri, yo haya dado en Imeem con la vietnamita. Con todos los respetos, el CD titulado “Tinh khuc bat tu” no me lo podría tragar ni mediante un combinado polinésico de esos que tienen una sombrilla minúscula encima y no se sabe bien qué mezcla. Y no es que no haya hecho cosas peores, que las he hecho (y a lo hecho, pecho), es que hay cosas que con una vez ya vale.

La wikipedia, que lo mismo le dedica un kilómetro de bits –aunque ya sé que decir “un kilómetro de bits” es un contrasentido- a los cefalópodos, que le dedica dos líneas a Sebastián Iradier, nos recuerda principalmente de este insigne alavés que la célebre habanera de la Carmen de Bizet (L'amour est un oisseau rebelle) es un calco de “El arreglito”: “Otra habanera de Iradier, titulada El Arreglito, fue usada por Georges Bizet (que pensaba que la melodía era de origen popular) en su ópera Carmen. Es la famosa habanera que lleva por título “L'amour est un oiseau rebelle”.” “El arreglito” hoy no está ni en Goear ni en Imeem ni en Youtube. Igual mañana sí. Yo lo oí una vez en Radio Clásica de Radio Nacional de España y doy fe que era idéntica a la habanera de Bizet. La habanera de Bizet está hasta en los politonos y prácticamente se oye a diario en cualquier ocasión.

La desproporción, digo, es un mal común de las enciclopedias, ya no digamos de la Enciclopedia Espasa, sino incluso de la Larousse y hasta de la Encyclopaedia Britannica. Es un tormento, en un mundo de estándares, medidas, magnitudes, valores, apreciaciones, elegir el formato enciclopédico para darse a entender, cosa que a su vez es algo así como dar a entender y darse a la vez.

Servidora ha visitado blogs con infinidad de comentarios. Generación Y, la bitácora de la cubana Yoani Sánchez cuyo enlace ayer no funcionaba, es el ejemplo supremo. Seguramente el enlace no funcionaba por el hostigamiento de que Generación Y es víctima por la oficialidad y la censura de la isla. Sin embargo también podría deberse a estar con cambios o mejoras. El blog, que yo recuerde, recibe habitualmente de 4000 a 5000 comentarios (*). Hoy está con los “comentarios cerrados” y observo un viraje, de un año a esta parte, hacia unas fotos más esteticistas y a una plantilla mucho más elaborada y estilosa. Así a bote pronto. Este blog es digno de estudio pero no tengo yo ni la suficiente perspicacia orwelliana ni la suficiente curiosidad para –como se dice en catalán- “treure l’entrellat” (encontrar el intríngulis).

Cuesta creer que una bitácora cuyas entradas reciben una media de 90 comentarios, sea verdaderamente un espacio de acogida, discusión o, ya puestos, de comunicación. Me permitiría decir incluso que un blog con más de 20-25 comentarios por entrada es insostenible. Pero esta afirmación, además de ser mi punto de vista personal, apenas la he meditado y a lo mejor estoy obcecada. Es una impresión o una sensación. Yo perdí ya mi tiempo con la bitácora de Yoani Sánchez por ver si era capaz de ver qué tendencias reflejaba, si ofrecía alguna información sobre las Antillas que no pasara ni por Florida ni por el "Gramma", sino que fuera un foro de la disidencia que no está en el exilio. No había signos de disidencia, al menos desde este lado del mundo, e incluso leyendo entre líneas fui incapaz de discernir qué se cocía allí dentro. Lo prometo. Pero hay que admitir que no le dediqué más de una hora al asunto y que tengo mis limitaciones. Leer 3500 o 5000 o hasta 2000 comentarios no entra dentro de mis posibilidades. Y pronto descubrí que los comentarios no siempre se referían a la entrada o a otros comentarios, que eran como los mensajes que hay en el Pasquino, muchas veces sin relación entre sí. Hoy, ya que me refería a este blog, que mereció el prestigioso premio de periodismo Ortega y Gasset el año 2008 y ha sido considerado este año como uno de los 25 mejores blogs del mundo mundial, hubiera dado un vistazo a sus principios, pero –como digo- no le puedo dedicar más tiempo. Hay algo que no encaja, pero no sé que es.

También hay blogs en los que por el contrario apenas se dejan comentarios, cosa que también es llamativa. Y esto de las muestras de los tamaños y los tamaños de las muestras cuesta manejarlo. Por ejemplo: el otro día vi en una frutería de chinos que ofrecían unos cítricos enormes como sandías que estaban rotulados con unos letreros en los que se podía leer “POMELOS CHINOS”. Yo me hubiera comprado uno de aquellos pomelos, pero me dije que tal vez no eran pomelos, aunque lo parecían, y que aún así ¿cómo iba a comer siquiera uno, yo sola? De la misma manera que nadie se come una sandía, o muy poca gente, no creo que nadie se coma un pomelo chino (citrus máxima o pampelmusa) y mucho menos que lo exprima. Mi madre se comió un día ante nuestro asombro y preocupación dos sandías y eso después de haber comido. Estaba en el tercer mes de un embarazo que se confirmó después del acontecimiento de las dos sandías. El embarazo se malogró. De no ser así, yo tendría una hermana de 29 años. Cuando el embarazo de mi hermano mayor a mi madre le dio por los bocadillos de chorizo; con servidora, por las sopas de tomillo. Todo esto para decir que lo de la
proporción áurea de los objetos y edificios bellos del otro sábado ("Apolo loxias") tiene su aquel.
A pesar de que el número irracional o sección áurea tiene una fórmula preciosa y precisa, tengo la sensación de que a la que se le somete a un proceso industrial y repetitivo se va desvirtuando. Y la culpa no es de la rebaba o el poliestireno expandido que se le queda enganchado por la electricidad estática a los objetos fabricados. La culpa es del mero efecto de la repetición, como si al repetir la fórmula en vez de conseguir un efecto “mantra” consiguiéramos un efecto “top manta”. A lo mejor, si la producción se sometiera a su vez a otro número áureo y todo fuera oro puro y sonara de acuerdo con los acordes celestiales de la música callada… Pero para mí que la sección áurea está más de acuerdo con la propuesta de Manuel Rivas. Me parece estar viendo, tal y como él los evoca, la “carta de América”, la “artesa del pan de centeno”, “la cuchara de madera” y hasta la cuna. Veo la carta de América allí en la mesa de cualquier cocina de una aldea orensana o coruñesa, en los años 50 o 60, apoyada en la imagen de un San Antonio o en un transistor. Leída y releída, con las huellas de haber sido rasgada cuidadosamente por manos más avezadas a la labranza que a la escritura. Veo las gafas de cerca que se compraban en los mercados de los jueves a granel, a ojo de buen cubero.

Tengo una plomada maravillosa, pero sin embargo, por agujeros que tenga que practicar en una pared, siempre me funciona mejor hacerlos grosso modo. Me salen unos agujeros tan redonditos que luego me da pena ponerles la alcayata o el cáncamo y taparlos con un cuadro. Algo me dice que la sección áurea está más cerca del ojo de buen cubero que de aquello que permite a los robots situarse en el espacio y realizar acciones repetitivas, idénticas y tediosas. Estos días, cuando se ha renovado la titularidad del primer puesto de la gastronomía mundial de Ferran Adrià, a quien la enciclopedia ya le dedicó una entrada y media (Como como y Panem et circenses), pienso que más que por una cocina de jeringas una se decanta por la cocina de raciones substanciosas, presidida por el sorbo, el trago, el bocado, la cucharada, el culín, la miaja, el pellizco, el puñado y hasta la pizca , pero siempre remitiendo al cuerpo, ese extraño, como canon. Por la misma razón por la que los tenderos no hace tanto sacaban la talla del calcetín rodeando el puño del que lo iba a calzar de punta a talón. Ya defendí por aquel entonces, cuando escribí "Como como" que la gastronomía molecular por supuesto no se sostiene como la base de ninguna alimentación o dieta, a no ser –añado ahora- que la combinemos con los alimentos llamados “funcionales” que son por definición suplementos alimentarios. Una aberración.

El hecho de que los dispensadores de billetes de los cajeros automáticos provean de billetes superiores a los 20 euros y no de billetes inferiores, es algo paralelo a la presentación de las cajetillas de tabaco. Recientemente, o tal vez no tan recientemente, fueron retiradas las cajetillas de 10 cigarrillos puesto que al parecer fomentaban el consumo en los fumadores más jóvenes. El cigarrillo en sí es todo un fenómeno de lo que es el “control de cantidad” como complemento al famoso “control de calidad”. A poco que se repare un poco en lo estudiado que está el tamaño de un paquete de 20 cigarrillos, para poderlo llevar consigo, para convertirse en un objeto “personal” y para condicionar el apego a un producto de por sí adictivo, se llegan a conclusiones espeluznantes. La droga “paco” (hecha con la escoria de la cocaína), que está empezando a tener las primeras víctimas en la juventud española, pero que ya tiene una cierta ventaja en la argentina, no sé cómo se presenta (aparte de que se vende en dosis de 1 euro y mezclada con polvo de vidrio). Lo que es seguro, es que se empieza consumiendo 1 euro y se acaba, a los 6 meses, consumiendo 100 euros. La degradación física, psiquíca y química a la que llegan sus consumidores es notable y muy rápida.

Durante toda la entrada estoy intentando ir marcando las diferentes magnitudes que rigen nuestro mundo, sean de tiempo, de espacio, de cantidad, de tamaño, de pureza, de proporción, de lo que sea. Nuestro mundo está tan sometido a las medidas, a las arrobas, a los ppm, a los mililitros, etcétera, y a su nomenclatura, que al final tampoco es raro admitir que podemos contestar a una pregunta riendo mucho o riendo poco. Si nos reímos poco, la respuesta adquiere un significado. Si nos reímos más que mucho, otro. Y eso dejando de lado la entonación y si nos reímos con la a, con la e, con la i, con la o o con la u. Como hay lenguas en que el sistema vocálico es mayor o menor al nuestro, en las que las vocales tienen una distribución diferente, se supone que las risas o las carcajadas también reproducirán ese sistema vocálico, y así indefinidamente.

Estos días una anda atareada por esa materia y por iniciar una nueva colección. Hasta hace bien poco sólo coleccionaba frases al vuelo, las frases que de repente una oye y tienen una especial resonancia y son rotundas o espléndidas, como la de aquella señora achaparrada diciéndole a un dogo que le llegaba a la altura, con perdón, de las domingas: “Rudi, te tengo dicho cuarenta veces que no me gusta nada que vayas por ahí”. Lo de las frases al vuelo está muy bien, pero creo que ha llegado el momento de empezar también a reunir esos documentos que nos gustan tanto a los filólogos descriptivistas (opuestos a los prescriptivistas): las listas de la compra y otras muestras de lengua hablada familiar. No me interesa el lenguaje apocopado que se emplea en los celulares, que no deja de ser una especie de ensañamiento generacional o marca de grupo y de desaliño donde la ignorancia se regodea en sí misma y se autoerotiza. No me interesa. Pero las listas de la compra son para mí un atisbo de lo que se hablará dentro de unos años en este país. Seguro que habrá ya incluso alguna tesis sesudísima y altamente formalizada hecha sobre el tema y sobre cómo refleja los bajones y los subidones de las tendencias del mercado doméstico y el IPC, otra magnitud donde las haya. Y así indefinidamente.

(*) Quiero hacer constar que aunque parezca mentira, sobre todo cuando hace unos días hablábamos de las 4000 o 5000 novelas que escribió Corín Tellado, no lo es. Los mentirosos tienden a mentir siguiendo un patrón de simetrías que se advierte rápidamente. Por ejemplo el mentiroso dirá que pescó un pez de 8 kilos a 8 millas de la costa, o que a los 17 años ordeñó aquel verano 17 ovejas en una granja de Irlanda a la que fue a estudiar inglés. Y aún cuando el mentiroso no diga los números tan seguidos como yo lo estoy haciendo en el ejemplo, lo hace en un radio de unas 50 palabras, no más.


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